Capítulo tres

16 2 19
                                    

                          DAGEN

Transitamos por el pasillo del hospital hasta llegar a el recepcionista que mantuvo un ojo sobre nosotros, al igual que todos alrededor, en cuanto entramos por las puertas corredizas que nos abrieron paso. El lugar era, como cabía esperarse en un pueblo tan pequeño como el ala de una abeja, semi moderno en comparación a los hospitales que abundaban en la ciudad, por supuesto tenía como mantenerse y la atención era buena, pero no era de gran tamaño y tampoco lo más lujoso del siglo.

—Buen día, hermosa.

—Bruce—le sonrió con amabilidad y repiqueteó sus uñas en la mesa de marmol—. Él es Dagen Halder, lo conoces.

—Claro que sí. Soy Bruce Hallow—me sonrió, guiñando un ojo—. Desde que leí "Dama de una Noche" fantaseo un millón de veces con lo que le haría a tu apetitoso cuerpo sí lograra tenerte a mi merced algún día.

—Bueno...—le devolví la sonrisa—estoy muy halagado de que un hombre atractivo como tú me considere apetitoso.

Guau—Bruce suspiró y abanicó su rostro sonrojado con sus manos—. Creo que esa voz combinada con el acento acaban de dejarme cuatro hijos.

Eso provocó una hermosa y miníma risa de la castaña a mi lado, que se encontraba divertida con la situación.

—Calma las hormonas, Brucie—Lise lo empujó con suavidad del hombro—. Dagen ya fue apartado por, literalmente, todas las mujeres de la Estancia Monroe.

Elevé las cejas. Bueno, no estaba enterado de eso y no sabía qué decir al respecto, así que me mantuve en silencio e ignore los ojos de Lise sobre mí.

—Agh, ¿por qué las chicas lindas tienen tanta suerte con los hombres?

—¿De qué te quejas? Tú tienes novio.

—¿Flirteas conmigo teniendo pareja?—fruncí el ceño, guardando las manos en los bolsillos y haciendo una mueca divertida—. Me siento un poco traicionado ahora.

Bah, a Gus no le molesta compartir, no es para nada un tipo egoísta. Viva el poliamor a nuestra edad.

—Uh, sí, hasta que te quedas sin nada y contraes enfermedades venereas—le respondió su amiga con sarcasmo—. Hablaremos luego tú y yo, zorrón, ahora solo quiero que llamas a Niel.

—Lo haría, pero verás...—se inclinó en el mostrador y susurró—acabo de romper el comunicador.

Lise negó con una mueca divertida, nada sorprendida por la declaración.

—Pues ve a buscarlo.

—Haría lo que fuera por ti, maldita reina—lanzó un beso al aire, saliendo del mostrador con torpeza lo que provocó que se cayera el teléfono de línea. Las personas en la sala de espera se giraron al estruendo—¡Todo está bien!—avisó para que dejaran de mirarlo—. Mierda, ya vuelvo.

Lise me hizo una seña para que tomáramos asiento en las sillas hasta que su amigo volviera con Niel, el mejor amigo de su hermano que debía entregarle unos papeles según lo que había dicho antes de llegar al hospital.

—¿Se conocen de hace mucho tiempo, tú y Bruce?—le pregunté para evadir la tensión cuando la pareja de adultos mayores a nuestro lado se alejaron después de ver a Lise de manera mordaz.

—Sus padres nos ayudaron mucho en este jodido pueblo repleto de entrometidos e imbéciles—les sonrió a los ancianos cuando la mujer soltó un jadeo sorprendida—. Me defendió de unos abusivos cuando tenía trece años, desde entonces nos hacemos compañía.

Verdades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora