Capítulo dos.

40 1 18
                                    

                             DAGEN 

Escuchaba lo que decía Athena mientras mi mente no dejaba de volver a lo que había pasado entre la chica Monroe y yo en la tarde.

La adrenalina del momento no me había dejado pensar, y tampoco había esperado lo que sucedió.

—Maldición—siseó y pasó por mi lado, despeinando su cabello mojado, el cual echó agua sobre mi rostro—. Lo siento, galán, pero debo gritarle a alguien.

Cuando se volteó, tomé la oportunidad de ver su trasero moviéndose con sensualidad y sugerencia. Sus piernas desnudas y tostadas provocaron ideas lujuriosas en mi mente. Desde mi lugar podía ver el brillo de su piel suave. No me perdí de ningún movimiento hasta que su mano llegó a la perilla de la puerta.

En ese momento ella debió irse, pero el golpe hueco en la puerta blanca de madera la dejó congelada, y a mí junto con ella.

—¿Dagen?—La voz suave de Athena sonó del otro lado del umbral—. Uhm, ¿estás ahí?

Los ojos raros de Lise fueron hacía mí y luego se miró a ella misma, una maldición escapó de sus labios y me pidió que hiciera algo entre susurros.

—Sí, aquí estoy—respondí—. Estaba a punto de tomar una ducha.

—Queríamos hablar contigo, para explicarte todo el funcionamiento de la familia—explicó la señora Monroe—. ¿Estás...decente para hacerlo ahora?

—¿Estás en pelotas?—Maldije al oír la voz de Calum.

La única persona que no tenía la ropa puesta en el cuarto, era su hija y no por mérito mío, aunque eso hubiese sido interesante.

La primera impresión de Calum sobre mí no había sido buena, no quería empeorarlo más con la imagen de su hija solo con una toalla puesta en mi habitación.

—Si. ¿Les parece sí bajo al jardín para hablarlo?.

—De acuerdo—Athena suspiró—. Solo trata de no cruzarte con Lise, ella aún no sabe a qué has venido y quién eres.

Lise chasqueó la lengua, indignada al oír a su madre. No pude evitar divertirme con la cara que puso.

Ahora tenía un poco de sentido lo ocurrido con el transporte que debía buscarme en mi llegada. Lise no sabía nada así que no pudo enviarlo, habrá sido alguien más.

—Claro, lo tengo bajo control.

—Entonces nos vemos en unos minutos.

—Sí.

Espere a que los pasos y las voces dejaran de escucharse en el pasillo. Lise tenía toda su atención en mí, sus ojos me recorrieron de arriba abajo sin disimular su interés y curiosidad por mi persona.

—¿Dagen Halder?—asentí—. Eres el escritor que se cree justiciero del que hablan todo el tiempo en mi casa, ya entiendo.

—Creo que ya debes irte; alguien más podría venir.

Intentaba resistirme a las ganas de tumbarla sobre la cama que me habían atacado en el momento. Mi mente viajó a las miles de experiencias que podríamos probar, o que podría enseñarle. Esa mujer me traería problemas, una muestra de ello eran las reacciones primarias que provocó solo el hecho de verla.

—¿Tú deseas que me vaya?—Dio un paso hacia mí, mis dedos picando por tocar su piel cuando su cuerpo estuvo a centímetros de encontrarse pegado al mío.

Verdades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora