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               —Abran paso que la reina de Lunalandia. —El gran caballero de ojos esmeraldas abrió paso entre las personas para que la Reina Rebecca logrará pasar.

—Vaya, muchas gracias caballero Harry. —La reina inclinó su cabeza y sonrió hacia el caballero.

Todos a su alrededor se movió y Harry se puso en frente de Rebecca.

—¡Un dragón! Debemos de proteger a la reina. —El caballero batió su espada con el propósito de pelear contra aquel dragón que amenazaba a la reina.

Harry resbaló con uno de los peluches y cayó llevándose consigo el castillo de almohadas y sábanas que habíamos creado.

Rebecca tenía una corona hecha de cartón al igual que la espada de Harry.

—¿Estás bien, Harry?

—Prefectamente. —Dijo mientras se sonrojaba de la vergüenza.

La rubia sonrió ante la ternura que le causaba ver a Harry.

—Bien, creo que hemos tenido suficiente de juegos, ¿Qué te gustaría de comer? —Rebecca inició a acomodar todo con la ayuda de Harry.

Fácilmente podría usar magia, pero tampoco quería que Harry tomara su ejemplo y usara de la magia para todo.

—¡Macarrones! —Harry asintió repetidamente. —Son deliciosos y tienen un color muy divertido.

Rebecca asintió, pero Harry no solo comería macarrones, debía de ponerle una dieta balanceada para que creciera como es debido.

Como ya es costumbre el azabache siempre se acercaba a ella y ayudaba en lo que podía.

La noticia de la desaparición de Harry Potter ha hecho gran revuelto en el mundo mágico.

Es por eso que ella ya no había salido con Harry al Callejón Diagon ni a un solo lugar mágico.

No debía arriesgarse a exponer demasiado a Harry, ellos debían de ser cuidadosos y volver a Estados Unidos en cuanto antes.

Sin embargo no había recibido respuesta de su hermano y eso la preocupaba de sobre manera.

Harry tenía días que no salía al exterior por lo que pensó que sería una buena idea ir a la playa, estaba a tan sólo unas horas de Londres.

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—¡Esto es increíble! —Harry corrió descalzo a su alrededor.— ¡Mira mamá que grandes son esos pájaros!

La rubia todavía no se acostumbraba a que el azabache la llamara de esa forma, pero la hacía sentir un califa sentimiento en su pecho cada vez que lo hacía.

—Se llaman gaviotas, Harry. —Rebecca llevaba una bolsa donde sacó una toalla para sentarse en la arena.—Acércate Harry, voy a ponerte bloqueador solar.

El azabache asintió y se acercó a la chica y dejó que le untara eso. Había comprado todo lo que según ella necesitarían para el día Perfecto para la playa.

—¿Para qué es?

—Es para protegerte del sol, y tu piel no se irrite. —Explicó tranquilamente.

Sería más fácil usar un hechizo, pero Rebecca estaba decidida a seguir las acciones de todas las familias nomajs que estaban en la playa.

—¿Podemos hacer un castillo enormeee de arena? ¡Será del reino Lunalandia!

Ella asintió a lo que pedía Harry.

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