Vampir

Capítulo IV. Futakuchi-Onna (Primera parte).

Cuentan las leyendas que hace mucho tiempo, en un pueblo vivía un artesano muy trabajador pero muy avaro, tan avaro que no quería casarse con ninguna mujer para no tener que mantenerla. Un día llegó al pueblo una mujer con la piel blanca, tan blanca como la nieve y que apenas comía un grano de arroz al día. El artesano al enterarse de eso la cortejó y se casó con ella.

Estaba encantado con lo poco que comía la mujer, pero extrañamente sus reservas de arroz se habían reducido considerablemente desde su casamiento, así que un día decidió espiarla. Con asombro vio cómo el pelo de su esposa se transformaba en dos serpientes y que entremedias se podía ver una boca la cual se alimentaba del arroz.

Un grito ahogado salió de su boca, causando que las dos serpientes notaran su presencia. Trató de huir, pero estas lo sujetaron de la pierna provocando que cayera al piso; la mujer avanzó hacia él para tratar de hablar, el hombre horrorizado comenzó a gritar…Al ver que el esposo no se callaba, las serpientes le rompieron el cuello y lo sujetaron fuertemente para llevarlo hasta la segunda boca.

La Futakuchi-Onna se lo comenzó a tragar.

.

.

.

.

.

Vio como su cabecera estaba empapada de sangre; los cuerpos mutilados de varias aves a su alrededor, las plumas de estas, cubriendo su cuerpo. Gritó horrorizada, cayó de su cama y vomito en el suelo.

—Ino, ¿estás bien? —Preguntó su madre—. ¡Ino!

La rubia se levantó como pudo, caminó tambaleándose hacia la puerta para así evitar que su madre abriera. Limpió su boca y tomó una gran bocanada de aire, mientras notaba como manchas de sangre cubrían sus dorados cabellos.

—E-estoy bien —Soltó—, s-sólo fue una pesadilla.

—Hija, ya me habías preocupado —habló aliviada—. Ya está el desayuno, baja.

—Sí —puso seguro a la puerta—. ¡Sólo voy a cambiarme!

Fue hacia su cama, tomó la funda de la cabecera, las sabanas ensangrentadas, los cuerpos de las aves y su ropa para dormir; cogió una bolsa de su closet y metió todo ahí. Limpió, y caminó hacia su baño para esconder toda la evidencia. Se duchó rápidamente, enjabonando varias veces su cabello para quitar todo rastro de sangre.

—Por favor, por favor —Repitió asustada—, tengo miedo…

Las lágrimas brotaron de sus ojos azules, sus manos temblorosas tomaban el bote de champú, para tallar de nuevo su pelo rubio.

—¿Qué me está pasando? —Se preguntó—. Dios, ¿qué me sucede?

Completamente asustada, la joven comenzó a llorar; algo estaba cambiando en ella. Y unas ganas insaciables de comer, inundaron su cuerpo… Un hambre voraz que no podía controlar.

.

.

.

.

.

—Oye Sakura —La nombrada se giró para verlo—, ¿no deberías estar preocupada por Ino? Desde las vacaciones no la hemos visto.

—No está enferma —respondió—. No viene porque esta con su tonta dieta, quería bajar varios kilos antes de entrar a la escuela…Pero no lo logró.

—Así que si no baja —era la voz de Shikamaru—, esa mujer problemática, ¿no vendrá?

—Sí —respondió la joven, mientras retomaba su lectura—. Esa Ino-cerda no entiende.