3.

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Xiao Xingchen no estaba seguro de si el plan de Xue Yang era del todo bueno, si en serio iba a cambiar algo de su situación. Plantarse frente a los habitantes de Sekil, revelar su identidad y disculparse por lo que había hecho al principio no sonaba como una mala idea, pero ahora que se encontraba frente a todas esas personas y sentía sus malas vibras ya no estaba tan seguro.

Tal y como había sucedido con Wei Wuxian, los pueblerinos se portaron reacios al escucharle decir que era el Príncipe de Hielo, e inclusos unos comenzaron a reír y a decirle a Xue Yang que había ido muy lejos con su broma, que se diera por vencido. Sin embargo, cuando lo vieron crear un bloque de hielo justo frente a sus ojos, todos se quedaron perplejos y hasta hubo unos que gritaron, horrorizados, y se alejaron lo más posible para evitar que los lastimara.

—Por favor, no teman. No quiero hacerles daño —aseguró, aunque aún seguía percibiendo su miedo—. La razón por la que estoy aquí, por la que por fin me atreví a bajar de la montaña, es para disculparme con todos ustedes por el daño que les he causado, incluyendo a sus antepasados. Nunca fui mi intención lastimarlos, pero aun así sus vidas han sido difíciles a causa de mi propio egoísmo y mi inhabilidad para controlar el poder que se me fue otorgado —se arrodilló e hizo una reverencia hasta que su frente tocó el suelo—. Les pido que me perdonen y les prometo que haré todo lo que está en mi poder para remediar esta situación.

El silencio que siguió fue sepulcral. Si no hubiera tenido la habilidad de sentir sus auras, habría creído que todos se habían ido, dejando que esa fuera su respuesta. No supo cuánto tiempo pasó así, pero no se atrevió a alzar la cabeza, hasta que una anciana se acercó a él. "No tienes por qué disculparte. Hace mucho tiempo te perdonamos", le dijo amablemente y los demás le siguieron, asegurándole que no le tenían ningún rencor. El Príncipe sintió que un gran peso era quitado de sus hombros y le agradeció a la mujer, aunque mantuvo su cabeza baja; se sentía al borde de las lágrimas, así que no quería espantarlos cuando lo vieran llorar sangre. Esperó a que regresaran a casa de Xue Yang para dejar salir todas sus emociones.

Sin embargo, a pesar de que se sentía mucho más tranquilo, no sentía ninguna calidez en su cuerpo, o ningún otro tipo de cambio relevante. Nada se derritió, nada cambió. Fue un duro golpe para él, ya que había tenido la esperanza de que eso hubiera funcionado, pero ninguno de los dos se dio por vencido; decidieron quedarse un tiempo allí, mientras pensaban en otra manera de devolver las cuatro estaciones a Sekil.

Aunque no contaban con que las cosas no iban a mejorar.

Luego de la disculpa, todas las personas del pueblo se acercaban a Xue Yang para saludarlo, decirle que estaban aliviados de saber que estaba bien y que había sido muy valiente como para subir esa montaña él solo. El joven se limitaba a darles una pequeña sonrisa y asentir, aunque realmente quería decirles a todos que se fueran al diablo por ser tan hipócritas; por años se rieron de él y lo trataron como un loco, y ahora querían pretender que realmente se preocupaban por su bienestar.

Predeciblemente, los aldeanos sólo se acercaban a él para poder hablar con Xingchen y comprobar con sus propios ojos que era real, aunque eso desataba una nueva ola de hipocresía: "siempre creí en ti", "sabía que no estabas loco", "es admirable que no dejaras que nadie te influenciara", entre otras estupideces. En serio tenía ganas de arrancar sus lenguas o hacer algo para que dejaran de hablar y decir tonterías.

Después de un par de días, quiso decirle a Xingchen que volvieran al castillo, pero sabía que no podía hacerlo; la razón por la que habían regresado era para acabar con el invierno eterno y, además, el Príncipe parecía estar disfrutando la compañía de los demás. Aún se le veía un poco nervioso y reacio a tener contacto con más gente tan repentinamente, pero no se veía tan incómodo. Por él sería capaz de aguantar el disgusto de tener que lidiar con tantas personas hipócritas.

Frost | XuexiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora