4.

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Xue Yang sabía que algo había sucedido luego de ese día, no el hecho de que Xiao Xingchen estuviera mucho más animado, sino dentro de él. Cada vez que veía al Príncipe, se hallaba a sí mismo sonriendo sin razón, o su corazón se aceleraba, o tenía una sensación extraña en el estómago.

Además, ahora lo observaba con más detenimiento y era capaz de notar cada pequeña acción, cada gesto; cómo sus labios formaban un ligero puchero cuando se concentraba en una tarea, cómo se fruncía su ceño cada vez que entrenaban juntos, el agarre delicado pero firme que tenía cuando sostenía a Shuanghua, el ligero rubor de sus mejillas cada vez que se reía de alguna de sus bromas, cómo su piel relucía bajo el sol.

El muchacho no llegaba a entender el porqué de su comportamiento, ya que nunca había tenido esa actitud con nadie más. Ni sus amigos, ni su familia, nadie. Muchas veces se quedaba despierto por las noches, intentando darle sentido a lo que estaba sucediendo, y a la única conclusión a la que llegaba era que se estaba volviendo completamente loco, quizás por pasar tanto tiempo con él.

La realidad lo golpeó en la cara un día mientras cenaban, cuando Xingchen le dio una de sus características sonrisas; apenas tuvo oportunidad para excusarse con el mayor cuando este preguntó si le pasaba algo, luego de que dejara caer el tenedor sobre el plato tan repentinamente. En un abrir y cerrar de ojos, se levantó de la mesa y corrió para encerrarse en su habitación.

Al ponerse una mano en el pecho, sintió que el corazón latía a mil por hora y que era incapaz de controlarlo. Fue como si un interruptor hubiera sido accionado y, por un momento, quiso saber qué se sentiría acercarse esos pocos metros que los separaban y presionar sus labios con los del Príncipe, o poder tomar su mano, acariciar su cabello.

Tragó duro cuando se dio cuenta de lo que eso significaba. Habría estado feliz o quizás aliviado de por fin saber qué era lo que le estaba sucediendo, pero las palabras que Xingchen le había dicho en el castillo aún resonaban en su cabeza, como un recordatorio constante:

"Algo ocurrió dentro de mí y ahora soy incapaz de sentir amor".

Mordió su labio con fuerza y se deslizó lentamente hasta el piso, donde abrazó sus piernas a su pecho. Tenía miedo de lo que podía pasar, no sólo con él sino con Xingchen, si llegaba a enterarse de ello. No sabía si el Príncipe iba a sentir pena por él, o asco, o cualquier otra cosa. Tampoco sabía si eso iba a dañar su amistad de manera irreparable e iba a regresar al castillo, solo, sin dejar que él lo acompañara.

El futuro era incierto.

Pero de algo estaba seguro: tarde o temprano, su corazón se iba a romper y el dolor sería inevitable.




Xue Yang intentó seguir su vida con normalidad, sin mostrar indicios de sus verdaderos sentimientos, casi tratando de ignorarlos. Aunque no era tan sencillo, no cuando pasaban la mayoría del tiempo juntos, entrenando, charlando, jugando con los demás jóvenes, explorando los alrededores del pueblo, teniendo una vida normal. Estaba forzado a admirarlo a cada momento de cada día, no tenía descanso. Era agotador y hasta frustrante no poder ser sincero y confesar sus sentimientos, tener que simular que estaba bien, cuando realmente sentía que estaba a punto de explotar.

Es lo mejor para ambos, se repetía a sí mismo una y otra vez.

Trató de hacer algo para olvidarse de lo que sentía por Xingchen, encontrar a alguien más en quien fijarse, pero fue en vano; su corazón se rehusaba a escuchar.

Frost | XuexiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora