Capítulo 16: Deterioro

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El cristal de sus ojos seguía húmedo, no sabía cómo su cielo se había aguado, pero sabía la razón por la cual sus orbes se habían nublado, su cuerpo temblaba ligeramente y su corazón parecía haber muerto, ¡se estaba ahogando! Pero no era agua la que lo apresaba, era el dolor, dolor de haberlo perdido todo, dolor de haber sido destruido con una mera frase, la vehemencia se mantenía en su cabeza, era una locura, pero recordar que todo era real solo lo lastimaba más, ¿era posible morir y seguir respirando?

Porque Deidara creía que en ese momento estaba muerto, ya no podía respirar, su pecho era aplastado por la angustia. Aun recordaba el rostro de Shisui, el modo en que lo sujeto, el modo en que intento consolarlo, el dolor que lo invadió fue peor que cualquier tormenta eléctrica, había perdido sus sentimientos, ya no creía que pudiera seguir adelante, ya no estaba seguro de que era “vivir” ni si podía hacerlo.

Lloraba, y no se detenía, no, no quería lastimarse más, pero cada vez que recordaba todo eso, su corazón se despedazaba, sin duda había muerto, su corazón y su capacidad para racionalizar.

El cielo estaba tan oscuro como sus orbes, y lloraba con él, sus piernas parecían estar dormidas, porque no deseaban levantarse, estaba en esa habitación desde la noche pasada, y aunque el reloj tocaba las tres de la tarde, el no deseaba levantarse, solo seguía en el balcón, llorando, dejando que sus sentimientos se fueran enjuagando con las lágrimas que el cielo derramaba, sus ojos parecían haber muerto, ¡ya no brillaban!

Era su culpa, era culpa de ese hombre, porque…sino se hubiera ido entonces, el no estaría destrozado. Nunca antes había entendido lo que significaba perder totalmente a alguien, no volverlo a ver sonreír, ese era su castigo, por no haberle contado la verdad que ocultaba.

El no dijo nada, se calló y ahora en carne propia sufría, dios lo estaba castigando por ser tan malo, lo lastimo, y le oculto tanto a una persona que lo amo, que lo amaba, ¿Por qué tuvo que ser tan idiota? Ahora tenía que sufrir las consecuencias de su idiotez, ahora tenía que darse de cuenta, de que jamás volvería a ver esos ojos abrirse, que su sonrisa nunca más volvería a iluminarlo.

Le costaba tanto pensar en que en la vida no volvería a tener esos labios pegados a los suyos, que sus brazos ya no lo abrazarían, que su cuerpo no le daría calor por las noches, que su aliento no calentaría más nunca su cuello y que finalmente lo perdió todo.

¿Cómo podía haber sido tan idiota? ¿Cómo pudo arriesgarlo todo? ¿Por qué no había aprovechado su tiempo juntos? Ahora nunca volverían.

El cielo gritaba y se lamentaba por él, porque Deidara no podía hablar, en silencio solo podía rogar, rogarle a dios que lo perdonara, rogarle a Itachi, que donde fuera que estuviera, perdonara su estupidez, lamentarse porque había sido su culpa.
Si alguna vez le hubieran dicho que perder a alguien era tan doloroso, no lo habría creído, pero ahora el agobio llenaba su mente y cuerpo, su corazón ya no era capaz de sentir igual, a donde fuera que mirara, el dolor trepaba por su cuerpo, y lo atormentaba, con imágenes de sus recuerdos, mostrándole lo feliz que fue, y que ya nunca seria.

Las memorias de su tiempo juntos lo atacaban constantemente, no importaba el momento o la situación, él había sido feliz, y no lo había valorado, y ahora, que lo perdió, ¿lloraba? Gritaba al cielo su dolor, en un silencio sepulcral se culpaba y se lastimaba, ¿Por qué no había estado en sus brazos un poco más? ¿Porque no le había dicho que lo amaba aquella última vez que sus cuerpos se fusionaron?

Su cuerpo se derrumbó, cayo, y el suelo lo atajo, se hizo un ovillo y en una esquina de aquel alto lugar, seguía llorando hasta secarse, ¿era posible? De no serlo, lloraría por toda la vida, pero ¿aún se le podía llamar vida a lo que tenía? Si él no estaba su corazón no palpitaba, y sin embargo, allí estaba todavía.

Tras la noticia solo pudo quedarse allí, no salió, a pesar de los gritos el no quiso salir, porque si lo hacía, volvería a quebrarse a pesar de que ahora, su alma ya yacía destrozada casi inerte, se repudiaba.

Recordaba la sonrisa en el rostro de la mujer, “fue tu culpa, tú lo ocultaste todo y ahora, no te queda más remedio que seguir adelante” ¿pero cómo podía? Que alguien le explicara, porque él no podía encontrar respuesta alguna.

Jamás se perdonaría, ver tantos ojos llorosos y tantos corazones destrozados, nunca pensó que un ser humado podría hundirse por la simple mención de cuatro palabras.

Observo con cuidado todo lo que había en aquella habitación, y ando dando cortos pasos mientras recordaba tanto que estaba seguro lo atormentaría para siempre. La foto de los dos encima de la mesa de noche le trajo tanta amargura, y sus lágrimas volvieron, la cama en que tantas veces durmió siendo arrullado por sus fuertes brazos, ¿Por qué parecía que le hacía falta el aire? ¿Por qué su garganta estaba tan seca? Nunca nadie le explico cómo se podía tratar con algo que parecía querer derretirlo desde adentro.
Las suaves sabanas que fueron testigos de sus tantos encuentros amorosos, y que aun guardaban el olor de su antiguo y verdadero dueño. En ellas se zambulló, y lleno sus pulmones con aquella fragancia, quería guardarla para siempre, preservarla y que nunca lo dejara.

Quería mantenerlo en su alma, que su cuerpo lo apresara, quería sus labios, quería escuchar su risa, pero esos momento ya se habían ido.

¿Cómo entender lo que no se puede?

¿Cómo podía seguir adelante?

Si el dolor de su corazón no lo dejaba estar.

Si alguna vez, Itachi le hubiera contado lo que significaba morir, si alguna vez le hubiera dicho, que perderlo sería tan doloroso, después de amarlo tanto. Si tan solo todo no oliera a él, si tan solo su recuerdo se pudiera esfumar tan rápido como se iba la lluvia y el sol salía, si se pudiera ser feliz para siempre y nunca sufrir, si se pudiera odiar, si tan solo el pudiera odiar en vez de extrañar.

El polvo se había extendido en lo ancho de la habitación, él no quería que nadie entrara en ella, mucho menos que alguien le hablara, quería pensar, que toda la vida estuvo soñando, que nunca lo conoció, que nunca se enamoró, que nunca se esfumo, que él, aún estaba allí a su lado, que aun podía escuchar su suave voz, y que su respiración aun chocaba contra su cuello.

El corazón era un mal perdedor y le gustaba confabularse con su mente, para dañarlo mucho más, él sabía que se lo merecía, pero ¿Itachi merecía todo aquello? No, no era así, esa era la respuesta verdadera, Itachi jamás mereció partir, en cambio el merecía sufrir.

Sus lágrimas ya habían dejado un camino perfecto en sus mejillas, su cabello rubio estaba hecho un desastre ¿y eso que? Ya nada importaba en su vida, ¿se le podía llamar vida a aquello?

Escucho el dócil y pausado toque en la puerta, pero Deidara ni siquiera se dignó en contestar, su voz había desaparecido de tanto gritar, pero igualmente no quería ver a nadie, ya había llorado demasiado y aun así, no parecía desaparecer el deseo de seguir sollozando, y estos gemidos lastimeros que salían de él, ¿Cuántas veces Itachi le había dicho que era hermoso? ¿Cuántos “te quiero” escucho salir de la boca de mayor? ¿Cuántas veces había suplicado por más cuando sentía al hombre dándole todo lo que tenía? ¿Cuánto le habían excitado esas fuertes manos? Recordaba cuando su cuerpo se levantaba magullado por la presión de las manos de Itachi, cuando revisaba los moretones y chupetes que este le dejaba por todos lados, en cambio ahora, su cuerpo estaba totalmente limpio, no tenía ninguna marca en él.

Era tan doloroso ya no poder esperarlo, porque sabía que nunca volvería, jamás lo arrullaría otra vez, y él no volvería a besarlo más.

Eran tan asqueroso darse cuenta que Itachi nunca volvería, porque el jamás pensó que Itachi no le brindaría su sonrisa y que todo sería su culpa, nunca pensó que Orochimaru lo que en realidad quería era quitarle todo por lo que aun permanecía en el mundo.

Era tan difícil darse cuenta, y tratar de superarlo, por nunca volvería a ser como antes.

Porque Itachi ya no estaba con él.

Porque había sido asesinado.

Conociendo lo desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora