APLICACIONES DE CADA ESQUEMA

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El esquema materialista nos serviría para explicar el origen de las religiones. Mientras que el esquema espiritualista nos serviría para explicar el origen de las conductas religiosas. Así pues, cada esquema puede explicar cada caso concreto en que se le aplique, siempre y cuando, dicho caso sea coherente con dicho esquema. Por ejemplo, sería incorrecto explicar el origen de las religiones según el esquema espiritualista, ya que entonces, el origen de la religión estaría en una deidad salida de la nada que impulsa al hombre a creer en ella y actuar según sus mandatos. Pero esta deidad no es física, es espiritual. De modo que se afirmaría que hay espíritus abstractos rondando por la realidad física que, de pronto, capturan al hombre y lo impulsan a creer en él y actuar según sus órdenes. Pero un materialista no puede cosificar los espíritus porque ellos mismos son antes bien ideas y artificios, que realidades físicas y sustanciales. Es decir, un espíritu es supuestamente un ser vivo incorpóreo, algo así como la psique del sujeto hecha sustancia no corpórea, cosa totalmente absurda. Ya que no hay vida sin cuerpo, por lo cual, sin cuerpo, no hay vida ulterior, y sin vida ulterior después de la muerte, la idea de espíritu queda totalmente neutralizada.

Pero si analizamos un ritual, entonces no podemos decir que sea la materia la que determina ese acontecimiento a través del hombre, ya que entonces confundiríamos materia con espíritu, dado que, si afirmamos que el hombre realiza un ritual por la materia, entonces afirmaríamos que el espíritu al que se dedica el ritual, es la materia como tal. Pero materia y espíritu no son lo mismo aunque puedan a veces referir a un mismo ente, como la paloma es distinta del Espiritu Santo aunque ambas refieran a lo mismo. Ya que el espíritu es siempre un ser vivo incorpóreo, una especie de ente abstracto detrás de lo aparente, mientras que la materia puede ser incorpórea o corpórea, pero no necesariamente siempre viva. De aquí que el ritual sea realizado siempre en función de una deidad a la que se le rinde culto, y esta deidad es el espíritu por el cual se sacrifica algo. La materia, más bien, sería transformada o alterada en función de lo que el Hombre quiera hacer para la deidad. Por ejemplo, un animal sacrificado es aquí la materia transformada en función de lo que se ofrece a la deidad para obtener protección o abundancia, etc. Así pues, podemos analizar el origen de las religiones según el esquema materialista, aunque podamos analizar el origen de la conducta religiosa, más bien en el esquema espiritualista.

Afirmamos también que haría faltar demostrar científicamente la existencia de una sustancia espiritual, ósea, un ser vivo incorpóreo, o alguna especie de mago abstracto detrás de la materia aparente, para que entonces podamos afirmar la sustancialidad de las religiones, propiedad que, nosotros los materialistas, le negamos rotundamente. Es decir: las deidades no existen como cuerpos físicos o sustancias independientes del hombre, existen como ideas y artificios subordinados al hombre. Luego, seria obvio clasificar a las deidades en una rúbrica separada de la de los entes físicos. Ya que, si no hay equivalencia entre las propiedades de ambas, sería absurdo colocarlas en la misma rubrica. Así pues, decimos que el campo sobre el cual recaen las deidades no es el mismo campo sobre el cual recaen los entes físicos, aunque las correlaciones mutuas entre ambas sean ineludibles.

Volvamos al esquema materialista y resolvamos la cuestión con esta herramienta. Decir que las deidades provienen del hombre parecería suficiente, y, sin embargo, esto nos deriva a otro problema que es el siguiente, ¿no son los contenidos mentales y afectivos del hombre, procedentes de la materialidad externa que le rodea? Luego, estas deidades tendrían parte de su origen en el hombre y parte de su origen en la realidad física. Por ejemplo, el azufre del infierno existe en la realidad física, pero el hecho de incorporarlo a una realidad ultraterrena y artificial (el infierno), implica que dicho ente ha sido manipulado previamente por un hombre. Y este hombre ha manipulado este ente recogiendo sus propiedades inherentes, pero situándolas en un contexto totalmente distinto de aquel del que parte. Ya que el azufre quema tanto en la realidad física como en el infierno, esto es, en un contexto ideal. De aquí que, en el esquema materialista, la materia sea el continente máximo del hombre y las deidades.

Esquema analítico para la interpretación de la religiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora