Día 4: Primera vez

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Corrió las últimas dos calles para llegar puntual al establecimiento, pero cuando atravesó la puerta y contempló la gran cantidad de mesas elegantes y la música tenue de ambiente, se quedó bastante perplejo. No sabía que había lugares de tanta clase en el infierno, pero era muy propio de alguien como Alastor. De hecho lo encontró al fondo, sentado al borde de una pequeña mesa cubierta con un precioso mantel blanco de seda, un centro de rosas rojas y una botella de vino costosa.

Caminó hacia la mesa y se ganó la mirada indiscreta y acosadora de los demonios que ocupaban los otros puestos. Pero no le dió importancia, siempre lo miraban con ganas de comerselo y mucho más cuando usaba vestidos tan ajustados y sensuales, desprendía glamour al utilizar rojo fuego y un maquillaje escandaloso. Acomodó el largo de su vestido en el proceso, al igual que peinó algunos mechones de su largo cabello rubio que cubría uno de sus ojos. Cuando tomó asiento enfrente de él, sacó su celular y visualizó la hora un poco tenso, la puntualidad no era su fuerte.

¿Llegaste hace mucho? Realmente me esforcé para no llegar tan tarde.

Colocó ambas manos en sus mejillas, cerrando sus ojos con algo de dramatismo. Se tardaba mucho en arreglarse para sus actuaciones o sus muestras en clubes, pero esa noche era mucho más... Singular. Era normal haberse tardado más de la cuenta. Alastor degustó un poco más de su copa de vino, el líquido frío recorrió su garganta. Cuando finalizó el sorbo, le sonrió sereno.

En realidad me gusta llegar antes, no te preocupes. Te ves tan espléndido y brillante esta noche.

Ángel correspondió su sonrisa tierna, tomó una de las copas que adornaban la mesa y se sirvió parte del vino de la botella del centro. Comenzó a beber lentamente, se maravilló ante el sabor tan puro y exquisito de alcohol. En el infierno no se encontraban primeras marcas, pero juraría que ese vino lo era. Volvió a mirar y admirar la belleza de Alastor esa noche, un simple traje de alta costura y una sonrisa tan perfecta lo hacían verse como el hombre más hermoso del infierno.

Y tú te ves tan elegante y precioso, aunque siempre luces apuesto para mí.

Trató de coquetearle de una forma discreta, no quiso ser vulgar. No era el momento. Volvió a depositar sus labios en la copa de cristal y el ciervo se deleitó ante su apariencia femenina y sus exquisitas porciones de piel al descubierto, quería acariciarlo porque se veía sensible y suave a la vista.

¿Alguna vez tuviste una cita?

— Claro... Demasiadas veces.

Respondió por inercia la dulce araña, reposó su mejilla sobre su palma y observó con detenimiento el contenido de su copa, mientras deslizaba la punta de su dedo alrededor del cristal. Alastor lo esperaba, o algo así. Pero tuvo curiosidad, es decir, sabía que el trabajo de Ángel demandaba mucho tiempo y mucho esfuerzo físico, pero nunca lo escuchó hablar sobre citas concretas, sentimientos o encuentros reales que no implicaran sexo.

Aunque nunca hay cena, solo charla sucia de unos minutos. Me dicen lo que les gusta, le echo un vistazo a sus paquetes y luego solo se trata de un camino directo al callejón para intentar sacar todos los billetes posibles. A veces es más cómodo en un auto.

Alastor observó su cruel sonrisa de satisfacción al igual que el destello intenso de sus ojos rosas, lo relataba como si fuera natural. Bueno, para él lo era. Se trataba de su vida habitual desde que descendió al infierno. Pero el ciervo no se refería a eso, no estaba hablando de prostitución o noches de placer. Se refería a lo contrario. De todas formas sabía que no era estúpido, debía ser muy consciente de que esos servicios eran totalmente diferentes a lo que él estaba tratando de hacer esa noche.

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