# RadioDust Week

Día 5: Intimidad

Colocó una venda sobre sus ojos de color negro. La ajustó sin ejercer demasiada presión, formando un pequeño nudo detrás de su cabeza. Y al bajar las manos al terminar su labor, deslizó las puntas de sus largos dedos con precisa lentitud sobre la piel de los costados de su cuello. Ángel suspiró ante el primer roce de esas cálidas manos... Al deslizarce así sobre su tibia piel clara, un cosquilleo agradable se despertó en el interior de su vientre plano, bastante acogedor como para cuestionar las reacciones naturales de su cuerpo desnudo y expuesto.

Estaba a centímetros de su amado Alastor, de pie frente a él. Escuchaba su respiración, sentía el calor de su piel muy apegado a su pecho. El silencio reinaba en la habitación y el no contar con el sentido de la vista solo le agudizaba el resto de los sentidos. Imaginar cómo podría terminar eso, comenzaba a alterar un poco su ritmo cardíaco y su respiración que hasta hace segundos era serena.

Ángel sentía su cuerpo muy vulnerable, se relamió los labios con ansiedad y antes de poder articular palabras, el ciervo posó sus firmes manos sobre sus hombros, deslizó sus pulgares por sus clavículas marcadas y las masajeó sabiendo muy bien que lo estaba estremeciendo. Uno de sus puntos débiles, su cuello y sus clavículas tan femeninas y preciosas. La araña en ningún momento desconfió de los roces de Alastor a pesar de que toda la situación podía tornarse perversa e irracional.

— Será un juego entretenido.

Ángel suspiró pesado ante el calor que se estaba elevando en su propia anatomía, su cuerpo vibraba ante la voz grave y dominante de Alastor. Y algo más vibraba en deseo, algo extraño... no quería admitirlo o mostrarlo ya que le daba vergüenza ser tan sensible cuando jugaban sucio y se sometía a estimulos fuera de lo habitual.

— No me vas a azotar, ¿Verdad?

La araña lanzó una risita complice, porque escuchó la respiración de su novio a un paso de distancia. Era una cuestión que no era recurrente entre ellos, pero aunque su pregunta era una broma, la idea lo excitaba bastante.

— Aún no lo decido, Ángel.

Explicó aquella voz distorsionada mientras la calidez que desprendían sus labios se pegaba muy cerca a los del contrario. Nunca soltó sus hombros ni dejó de masajearlo, no podía perder el contacto físico de forma brusca, era parte del juego.

El contrario suspiró demasiado impaciente. Se estaba excitando con solo oírlo y su miembro se sentía bien al imaginarse qué clase de cosas haría para que se corriera. Su próstata y su pecho eran sus puntos más débiles, de seguro iba a jugar muy sucio con esos lugares. Entonces su cuerpo desnudo dió un paso adelante en señal de que estaba listo.

Alastor estaba casi igual de excitado porque estaba seguro de que su novio reaccionaría bien a su juego, lo hacía siempre y era un hombre que siempre estaba abierto a nuevas experiencias, la mayoría de las veces las aceptaba excelentemente bien. Eliminó el espacio entre ambos siguiendo el atrevimiento de la araña y entonces suspiró en su delgado cuello, estrémeciendolo sin previo aviso, solo probando su sensibilidad aguda en sus partes suaves. Ángel jadeó, se sentía tan bien...

— Bien, empecemos~.

Mantenía una sonrisa oscura, siniestra. Tener el control y someterlo era algo que hacía que el poder de su líbido aumentara hasta niveles insospechados. Procedió a realizar un seguimiento de pasos con el único objetivo de aprisionarlo y no tuviera ninguna clase de posibilidad de escapar. Amarró sus muñecas, las de sus dos brazos superiores y también las inferiores, los dejó del lado delantero de su cuerpo. La cuerda era muy fuerte, dejaría marcas moradas luego de terminar.

Pero Ángel no estaba asustado ni mucho menos.

Lo primero que hizo Alastor fue colocar las palmas de sus manos sobre las mejillas esponjosas de su amante, él bajó su cabeza en dirección al rostro del ciervo, se lamió los labios por instinto ya que casi siempre cuando lo sostenía de esa manera, solía besarlo en profundidad.