Día 7: Final feliz

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¡Ya era hora de que llegaran!

Charlie agitó su mano por arriba en un claro gesto de saludo y Vaggie solo resopló a su lado, acostumbrada a su manera de llamar la atención. Luego pasó a sonreír y a cruzar sus brazos sobre la mesa, hace bastante no veían a aquellos dos pisar el hotel y su ausencia siempre era evidente. La rubia mostraba su sonrisa radiante, habitual.

Ángel sonreía al momento de ingresar por las puertas, mientras sujetaba de la mano a Alastor y se aferraba con fuerza. El ciervo les sonrió amable como muestra de buenos modales a sus respectivas compañeras, era su forma de saludar. Ambos caminaron hacia la mesa del recibidor a la que solo le sobraban dos asientos dirigidos hacia ellos.

Todos en el hotel eran conscientes de su relación. Por parte de Alastor siempre se trataban de forma discreta, porque no era del tipo demostrativo o al menos eso creían. Eventualmente Ángel se acostumbró a eso, aprendió a tomar esa clase de ritmo tranquilo cuando se trataba de ellos dos. Las máximas muestras de afecto en público se limitaban a tomarse las manos y quizás a darse besos. Debido a esto, aún conservaban un perfil reservado frente a la mayoría del infierno.

A pesar de todo, Ángel estaba feliz con esas caricias en frente de su gente. Miró de reojo a su hombre antes de tomar asiento. Sentía sus mejillas sonrojadas y las demás se dieron cuenta, era como si estuvieran un poco más íntimos de lo usual. Tanto Charlie como Vaggie podían darse cuenta de cada uno de los gestos entre ellos, podían percibir si estaban peleados o si había un ambiente negativo, como también podían entender ese tipo de señales tan puras.

Ángel tomó asiento al lado de Alastor, por inercia cerró sus ojos y no controló sus reflejos y su mueca de dolor. Ahogó un quejido entre sus labios, no pudo cubrirlo. Charlie suspiró y los miró entre fascinada y soñadora, jamás creyó que terminarían de esa manera. Pudo imaginar mil tipos de relaciones entre ambos, pero nunca una de amor.

Siempre me pregunto que tan duro debe ser como para luego no poder ni siquiera sentarte.

— ¡Charlie!

Vaggie la reprendió por su falta de discreción y eso provocó que Ángel le sonriera con confianza a la rubia. Alastor lo ignoró, pero Charlie se sonrojó furiosamente y se cubrió el rostro al darse cuenta de lo que había dicho.

¡Lo siento! Yo no quise... ¡Solo pensé en voz alta!

— No hay problema, princesa. Definitivamente no soy tímido al respecto.

Ángel se burló un poco, intercambiando una sonrisa curiosa y cómplice con su pareja. Entonces ambas volvieron a notar ese ambiente tan particular y diferente... Apenas Ángel se recostó sobre el hombro de Alastor y suspiró como si estuviera agotado, él envolvió su cintura con su mano y lo frotó, porque sabía lo cansado y adolorido que estaba.

Cuando esas situaciones se presentaban, ellas sabían que no debian entrometerse mucho y debían continuar con un ambiente tranquilo, sin indagar. Para todos era algo extraño que demonios tan diferentes estuvieran juntos. De hecho, la forma en como se complementaron y fueron siendo cada vez más cercanos fue casi irreal, espontánea y muy natural. Al principio se llevaban pésimo. Y en ese momento... Se amaban.

Trataron de dejar las dudas de lado y establecer un ambiente habitual. Charlie comenzó a hablar como siempre, contó cómo iban las cosas en el hotel y demás. Vaggie le prestaba atención y también estaba charlando con comodidad. Pero en un momento, notaron que solo ellas hablaban entre si. Se enfocaron en ellos, estaban un poco más callados de lo normal. Al menos Alastor que por lo menos se metía en la conversación de vez en cuando, Ángel en cambio rara vez hablaba y solo se mantenía muy apegado a su ciervo, mirándolo a los ojos y regalandole pequeñas sonrisas dulces.

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