Caminó hasta mí con su característico paso altivo. Su rostro inmutable.
La punta de su varita tocó la tela que cubría mi boca.
-Y ahora... Si te portas bien, te quitaré esto, asquerosa sangre sucia -susurró posicionándose peligrosamente cerca de mi cara. Su aliento helado me acarició.
Lo miré tan agresivamente como pude, pero no hice gesto alguno con la cabeza.
Él retiró la tela con ayuda de su magia. Ni por esas se permitiría que su suave, fina y perfecta piel pura siquiera me rozara.
Lanzó la tela hacia un rincón y dio unos pasos hacia atrás, como si mi mera cercanía lo incomodara. Su nariz se hallaba arrugada. ¿Le olía mal? ¿Mi sangre era tan potente como para provocarle eso? ¿Olía la inmundicia a muggle?
Como respuesta, mi sangre hirvió. La sentí correr alterada, provocando asimismo que mi respiración sonara más fuerte.
-¿De qué quieres hablar, Malfoy? -mascullé.
Él me examinó largamente, recorriendo cada parte de mi anatomía con sus ojos, aquellos ojos fríos y grises que provocaban pesadillas.
Hizo un gesto asqueado al chocarse con mi mirada.
-Tenía pensado hacer un simple recorrido por el castillo esta noche, pero siempre que planeo algo, uno de los Potters tiene que meter las narices donde no les llaman... -pareció divertirle el nuevo apodo con el que nos había bautizado, porque lo repitió-. Los Potters... El Cara-Rajada y sus dos perros: la comadreja y la sangre sucia. Lamentable...
Escucharle hablar así de mis amigos hizo que me alterara.
-No hables así de ellos -le advertí, obviando la parte que me tocaba a mí.
Aquello lo entusiasmó de una forma impresionante.
Se dignó a acercarse a mí, relamiéndose los labios con picardía.
-¿O... qué? -se mofó-. ¿Qué vas a hacerme, sangre sucia? ¿Crees que te liberarás de tu silla, te enfrentarás a mí, saldrás impune y te escaparás? -Malfoy rompió a reír.
Fue como una bofetada. Si acaso dolió más.
Sentir la forma en que él se sabía vencedor y yo una simple ilusa a merced de lo que él quisiera hacerme.
Podría matarme y no habría prueba alguna de que él había sido mi asesino.
Podría maltratarme, dañarme, lanzarme tantos cruciatus como quisiera, violarme, hacerme sangrar y dejarme a mi suerte... Y nadie, nadie, jamás, sabría que él, Draco Malfoy, había sido el que me había sacado de Hogwarts y conducido hasta un oscuro sótano en el que me había aprisionado.
Tenía muy pocas opciones.
Ser obstinada y no colaborar no era una de ellas.
Suspiré profundamente. Él seguía disfrutando de su chiste particular.
-Dime, Malfoy -probé nuevamente.
-Eso está mejor -se sonrió, victorioso-. ¿Sabes el problema de nuestra relación dónde ha estado siempre, Granger? -cambió bruscamente de tema-. Al cabo de los años siempre me he sentido confuso con respecto a ti. Demasiado... -se apretó las sienes antes de mirarme-. Pero ahora he tenido verdadero tiempo para reflexionar...
"Tú reflexionando... Eso sí que es un prodigio de la naturaleza", me mofé interiormente.
-El problema siempre has sido tú -bufó-. No tú únicamente, sino también el Cara-Rajada y la comadreja... Siempre tan estúpidos y creídos, pensando que entregándote su amistad te harían creer que eres una más de los nuestros. ¿Pero sabes qué? -no supe por qué sus palabras me estaban hiriendo tanto. Quizá porque en parte yo había pensado igual en mis momentos tristes-. Que este no es tu mundo. No es tu lugar. La magia no te pertenece. Y... que ellos te hayan tratado tan protectoramente te ha confundido, haciéndote creer y convenciéndote a ti misma de que debes estar aquí, de que perteneces a este mundo... San Potter -se burló-. Él y sus causas perdidas... -me lanzó una mirada capaz de helar un océano-. Y los Weasley siempre apoyando sus sandeces -escupió al suelo, como si la misma mención le hubiera provocado malestar de cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
Déjate envolver por la oscuridad
FantasyTras la muerte de Albus Dumbledore, Draco Malfoy huye de Hogwarts, siguiendo a los Mortífagos y guiado por el profesor en el que siempre ha confiado, Severus Snape. Su vida ahora ha dado un vuelco descomunal, pues todos los dedos le señalan como el...