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Luna etérea, día 25. 23:25

Era una noche tranquila pese al baile que se estaba celebrando. La luz de la luna bañaba las paredes y suelos de los jardines exteriores del monasterio y, a la distancia, se oían las melodías que estaban tocando para el deleite de los asistentes de la fiesta. Pero eso era en una zona totalmente distinta del recinto, alguien se acercaba a la cantina. Ingrid había decidido llegar un poco antes de la hora acordada, sabía que Ashe era siempre puntual y temía que el joven llevara ya esperándola una eternidad. Ya había dejado atrás los jardines adyacentes a la as aulas de la academia de oficiales y estaba a escasos metros del punto de encuentro. El corazón se le aceleró. Por fin podrían estar a solas. Ingrid estaba disfrutando mucho de la noche con Annette y Mercedes, pero también se moría de ganas de pasar lo que quedaba de noche con Ashe. Llegó ante la puerta de la cantina y vio a una figura masculina de pie en las escaleras. «¿Es Ashe?». Antes de que pudiera decir nada, la figura se le acercó corriendo y se detuvo en seco a escasos metros de ella. Ingrid se sobresaltó y se puso en guardia.

―Disculpa mis modales, no quería asustarte. Buscaba a... «La mejor chica del monasterio» ―Ferdinand hablaba con voz calmada, pero se le veía tenso―. ¿No sabrás por casualidad dónde encontrarla?

«¡¿Qué está haciendo Ferdinand Von Aegir aquí?! ¿Está intentando cortejarme? ¡Si apenas hemos hablado!» Ingrid seguía con la guardia alta, se había llevado un buen susto.

―No sé de qué me estás hablando y no estoy interesada en que me pongas un dedo encima. ¿Por qué has venido corriendo hacia mí, de noche, en un lugar apartado del resto de la gente?

Ingrid soltó un bufido y sin esperar respuesta trató de marcharse por donde había venido. Al girar la esquina chocó de lleno con Claude.

―Vaya, perdona. Estaba algo distraído. ¿Estás bien? Parece que tienes prisa.

Claude la había agarrado para evitar que cayera al suelo. Una vez hubo recuperado el equilibrio, Ingrid le agradeció el gesto y preguntó:

―¿Qué?, ¿tú también estás buscando a «La mejor chica del monasterio»? ―su tono era claramente irónico. Había quedado con un chico en un lugar tranquilo y apartado y se habían presentado dos más con los que apenas había interactuado. Quería irse ya de allí o, en su defecto, quería que llegara Ashe. Mientras charlaban, Ferdinand se les acercó con curiosidad.

―¿No sabréis donde está Sylvain por casualidad? Veréis, teníamos que encontrarnos aquí y...

―¡¿También va a venir Sylvain?! ―Ingrid no le dejó terminar la frase, pronto habría allí tres hombres y ninguno era con el que había quedado. Le sabía mal por Ashe, pero esa situación estaba totalmente fuera de su control y los nervios que sentía desde que salió del salón no ayudaban tampoco. Prefería dejar plantado a Ashe y aclararle lo que había ocurrido a la mañana siguiente, sería solo un malentendido y probablemente fuera una situación más fácil de arreglar que en la que estaba ahora.

Antes de que pudiera encaminarse hacia cualquier otro sitio, alguien se estaba acercando hacia ellos, gritando.

―¡Claude! ¿Se puede saber qué hacen estos dos aquí también? ―Hilda le pellizcó la mejilla a Claude cuando se acercó―. ¿Estáis teniendo aquí una fiesta privada o qué?

―Hola, bombón. Verás, Ferdinand asegura que su cama es muy cómoda y que está dispuesto a dejarnos su habitación, e Ingrid dice que le parezco arrebatador.

Esa afirmación hizo que Ingrid se sonrojara de la vergüenza. Se disponía a quejarse cuando Ferdinand se le avanzó a exponer su queja.

―Esto es una pérdida de tiempo, no sé cómo he podido hacerle caso a Gautier. Claramente me ha tomado el pelo y aquí no se va a presentar nadie con quien yo quería bailar hoy. No quiero saber nada de qué tiene que pasar aquí, me vuelvo al salón. Adiós.

La noche del baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora