Capítulo 11: Traidor

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Cuando llegué a casa me encontré con las luces apagadas, intenté encenderlas, pero no había corriente.

-Annie, ¿estás ahí?

No hubo respuesta. Cerré la puerta detrás de mí y avance recelosa hacia la cocina.

-Annie, si esto es una broma es muy mala.

Cuando entré en la cocina oí un ruido detrás de mí y por el rabillo del ojo vi una sombra moverse.

Me giré velozmente y tal como me habían enseñado golpeé la mano de mi atacante para que cayese el objeto en sus manos y luego cogí uno de sus brazos y lo retorcí.

-¡Keila, para, soy yo!- gritó Annie.

Cuando la solté y la miré mejor vi que tenía rasguños y sangre por todas partes.

-Annie, ¿qué te ha pasado?

-Cuando invité ayer a Joshua a casa no pensé que vendría acompañado, pero lo hizo, vino con otros tres tíos que te buscaban. Yo les dije que no sabía nada y me hicieron esto, él me hizo esto. ¿Cómo me pudo haber hecho esto? Yo creía que me quería.- sollozó ella.

La abracé con cuidado y ella lloró en mis brazos.

-Vamos a llevarte al hospital y luego hablamos.- le dije. Le ayudé a levantarse y la llevé a su coche.

Llegamos al hospital y enseguida atendieron a Annie. A mí no me dejaron entrar, por lo que salí fuera y contacté con Aileen.

-Necesito ayuda.- le dije.

-¿Qué te pasa?

-Están aquí. Los lobos.

-Vamos para allá.

Después de eso me colgó y una enfermera me avisó de que ya podía entrar a hablar con el médico.

-¿Sabes si tiene algún familiar por aquí cerca?- me preguntó el médico. Annie estaba sedada y ahora dormía profundamente. La habían vendado el pecho y los brazos.

-Que yo sepa solo le queda su abuela y vive en América.

-¿Tú vives con ella?

-Si, por unos días.

-¿Sabes quién ha podido hacerlo?

Ya me imaginaba la situación:

-Claro que si, doctor. Unos lobos de 120 kilos lo han hecho.

Él me miraría y me diría:

-¿De qué color eran?

No, definitivamente no podía decirle eso.

-Ni idea, yo estaba en clases y cuando llegué a casa me intentó atacar.- le dije en cambio.

-Según los informes policiales del ayuntamiento vas a clases de defensa personal, ¿por qué?

-Eso no es de su incumbencia, doctor.

-Claro, señorita MacIan.

-¿Puedo quedarme con ella?

-Pero solo un poco.

-Entendido.

Cuando el doctor se fue me senté en la butaca al lado de la cama de Annie.

En unas pocas horas volvería a ver a Alexei. ¿Seguiría gustándole? ¿Tendría novia ya? ¿Me había echado de menos?

No sabía si en los dos meses que había pasado seguiríamos teniendo los mismos sentimientos el uno por el otro.

Vida eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora