Capítulo 2. Noticias

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—Buenos días a todos se presenta la radio ubicada al costado de la cocina. Una mujer oía el noticiero como todas las mañanas desde las horas en las que el sol ni siquiera es visible; lo oía sin interés—. Ha desaparecido una menor de edad. —Pero esta vez las palabras del presentador de noticias no eran las que simplemente podía ignorar. Sus ojos dejaron de estar pendientes de los huevos fritos que preparaba para prestar atención a la radio—. Alicia Morgan, de diez años de edad no ha llegado a casa. Por favor contacten con los padres si es que la ven. La última vez fue vista ayer a las 12:35 pm saliendo de su escuela, Institución Educativa Santa Trinidad —la preocupación la invadió, tanto que ahora se mordía las uñas—, vestía su uniforme, una blusa blanca y abrigo rosa, su favorito, una corbata roja y falda color negro. —La mujer seguía observando la radio asustada, alarmada, nerviosa—. La policía está trabajando ahora mismo en este caso.

—¡Mamá! ¿Dónde dejaste mi mochila? —Resonaron en toda la casa los pasos de un niño bajando a toda velocidad las escaleras.

La madre rápidamente se acercó a la radio y la apagó. El niño, detrás de ella, esperaba impaciente.

—Hmm. —La madre se tocó la cabeza intentando recordar la locación de la mochila de su hijo, pero las noticias no se le quitaban de la cabeza—. Debe estar... —dijo con un suspiro profundo y volteó a verlo— Aquí está tu mochila—. Estiró su mano a la silla arrimada a la mesa de la cocina y le entregó la mochila.

—Gracias. —La recibió y regresó por las escaleras a su habitación.

—¡Miguel! ¡Ya sabes que no debes correr por las escaleras!

—¡Ya, mamá!

La madre nuevamente suspiró intranquila y continuó preparando el desayuno. Esta vez ya no quería prender la radio.

—¡Apura que ya es tarde, cariño! —gritó la mujer su marido que probablemente seguía en su habitación con el sueño encima.

—¡Ya voy! - le respondió con la voz ronca, la voz mañanera.

—¡Miguel, tú también avanza!

—¡Ya voy! - gritó de igual manera el niño.

—Mamá, ya me voy —dijo una chica, la hija, bajando por las escaleras apurada.

—Ay hija, primero come. Prepa... —Su hija la interrumpe.

—No mamá, ya comí. — Agarró un pan de la mesa y se fue con su uniforme de secundaria listo, pero peinándose en el camino hacia la puerta—. Adiós mamá. No llegues tarde a tu trabajo por culpa de ellos.

—¡Con cuidado, hijita!

Y se cerró la puerta.

El niño bajó y se sentó a comer. Frente a él un delicioso desayuno para su hambriento estómago le era ofrecido.

—Cariño... —Llegó el esposo y le dio un beso en la mejilla a la mujer—. Mañana prometo no dormirme para hacer el desayuno —dijo avergonzado—. Ayer tuve demasiado trabajo.

—Sí, lo sé. No te preocupes— contestó con una sonrisa cariñosa, pues confiaba en su esposo—. Y ahora ambos apúrense que sino todos llegaremos tarde.

Padre e hijo devoraron su desayuno y junto con la madre salieron corriendo al coche para ir a sus destinos.

Ya en el carro, el padre arrancó.

—¿Tú recoges a Miguel? —preguntó la mujer en el asiento del copiloto.

—No creo tener tiempo, tendría que esperarme. —Vio a su hijo por el espejo retrovisor.

EL ÁRBOL MALDITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora