No solo es su ropa holgada y casual la que la hace sentirse que no encaja ahí, también son las (nada disimuladas) miradas que le dedican tanto los meseros, como otros clientes del restaurante. Pues disculpenla si Momo no tiene más que un vestido formal en casa, uno que no pretendía llevar para una "cita" en la que, con cada minuto que transcurre, la posibilidad de que ha sido engañada y plantada es más y más plausible.
Momo gruñe, dejándose caer dramáticamente sobre la mesa de cristal, mientras que desvía con su mano al camarero que se le acerca con el menú como por tercera vez en la noche. Aunque todavía no quiere perder la esperanza, esta no sería la primera vez en la que acuerda encontrarse con alguien que conoce en línea y nunca aparece (nunca confíen en Tinder). No obstante, la diferencia es que en esas veces no le sucedía en lugares que parecían ser una maravilla de la arquitectura. No le ha echado un vistazo apropiado al menú, mas está un 90% segura de que una sola botella de agua aquí cuesta más que toda la comida en su nevera.
En una cafetería común, simplemente puede escapar y pasar desapercibida. Aquí, si es mirada de esa forma tan despectiva solo por el mero hecho de llevar jeans (que por cierto, jódanse millonarios, Momo luce increíble en esos jeans apretados), no se imagina lo horrible que será intentar escapar de ahí sin haber comprado nada.
Vale, quizás tanto ella como el resto que tanto la juzgan están exagerando. Han pasado aproximadamente... eh... ¿veinte minutos, treinta? desde que llegó a sentarse. Pero para Momo se ha sentido como una absoluta eternidad, una que no ayuda nada contra su ansiedad.
Su teléfono vibra contra su bolsillo (ha estado vibrando desde hace un buen rato), pero no tiene que revisarlo para saber que es el grupo de las chicas, inquietas porque Momo no ha respondido a ninguno de sus reclamos por saber qué tal le está yendo en la cita (aunque, esto no es una cita).
No, no es una cita. Honestamente, fue estúpido pensar que esta era una buena idea. Claro que era demasiado bueno para ser verdad y — espera, ¿bueno? ¡En primer lugar ella no quería nada esto! Sana y sus ideas raras...
Ah, está harta. Mejor se va de ahí. Ya no aguanta la presión incómoda en el pecho que le aprieta más y más cada vez que encuentra un nuevo par de ojos juzgadores sobre ella, con cada segundo que pasa se siente más y más ridíc-
— ¿Momo? — una voz aterciopelada interrumpe sus pensamientos. Momo parpadea confundida y cuando alza la mirada, se encuentra con una mujer elegante y hermosa y wow, ¿está salivando? Por favor, díganle que no está salivando. — Lamento mucho la demora, pero he estado mensajeándote todo este tiempo para decirte que surgió algo en la oficina... — Black Swan suena realmente apenada por su tardanza, y sus ojitos arrepentidos le provocan a Momo ganas de abrazarle, gritarle que no sucede nada y de paso ofrecerse para tener sus hijos incluso si eso no es físicamente posible.
En su lugar, Momo carraspea y se levanta de su asiento. — ¡No te preocupes! De todas formas acabo de llegar — asegura, mentirosa, llena de nervios. Se nota mucho como es realmente mala en todo esto, porque su primer impulso ha sido ofrecerle una mano, como si esta fuese una reunión de negocios.
(Aunque, si lo piensa, en retrospectiva esta si es una reunión de negocios).
Black Swan, ángel y hermosa Black Swan, no comenta al respecto y le sigue el juego, solo ríe y estrecha su mano, luciendo divertida con todo el asunto. No deja que Momo se avergüence más porque se sienta al frente.
En eso, llega el impaciente mesero y les entrega los menúes. Momo tiene un mal presentimiento cuando nota que la comida no marca el precio.
— Pide lo que quieras — le dice Black Swan, luciendo distraída con las opciones. — Yo invito.
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❝die for you❞ - MIMO +18.
RomansLa crisis de los treinta y cinco. Sus amigos le insisten que sigue joven y hermosa. Sin embargo, tener tres décadas de existencia le pesa a cualquiera. No es que no pueda estar sola. No obstante, tampoco quiere estarlo toda la vida. Las estúpidas p...