Capítulo 2. La misión.

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Un jueves por la mañana Miiko tocó la puerta del cuarto de Ericka, esperando a que esta se encontrara dentro. Necesitaba hablar con ella.
Miiko estaba nerviosa puesto que Ericka acababa de regresar de una misión que duró semanas, por momentos pensaba que tal vez estaba muerta, aunque nunca fue así.

El mundo de Eldarya es increíblemente basto y enorme y eso lo aprendió Ericka al recorrerlo por su cuenta.

Miiko empezó a tocar con más insistencia, hasta que la puerta se abrió; dejando ver a Ericka vestida con una blusa negra de manga larga, unos shorts rojos y unas medias negras, combinadas con unas botas altas, con el cabello suelto, una mochila en su hombro y un pendiente colgando de su oreja derecha, como si estuviera esperando esa conversación.

Miiko se sorprendió al verla, pero rápidamente tomo palabra.

-Necesito hablar contigo...

Y antes de poder seguir Ericka solo pudo sonreír, y decir: "te sigo". Esto hizo que el estrés y ansiedad de la jefa de Eel bajara significativamente.

Al llegar a la sala del cristal la mirada celeste de Ericka se encontró con la de los demás jefes de las guardias, y otros miembros integrantes de la Guardia Brillante.

Ericka sonrió levemente, y los saludó cariñosamente. – Hola chicos, hace tiempo que no los veía, sobre todo a ti, Leiftan. - Ericka lo miró fijamente luego de decir su nombre, y, en definitiva, pudo ver un leve sonrojo es su rostro, causando un pequeño revoloteo entre los demás miembros.

Miiko respiró profundo antes de gritar exasperada. –¡Orden! – Al ver que todos se habían callado, prosiguió.

– El día de hoy estaremos escuchando a Ericka sobre su misión más reciente. Después de escuchar y evaluar, decidiremos como operar ante la siguiente misión. – Al terminar de hablar, Miiko le cedió total y completa palabra a la "humana".

– Saludos a todos los que acompañan el día de hoy para el informe de la misión que me fue concedida hace un mes atrás. En primera instancia quiero agradecer a Nevra, a Ezarel y a Alajea por haberme ayudado a prepararme para el viaje, y por haber cuidado a mi familiar. – Ericka, para agradecer, se inclinó un poco, haciendo una reverencia pequeña. – Continuando con los detalles de la misión.

–La misión ha resultado exitosa, y lo digo como inicio para no preocuparlos del rendimiento que he puesto. Más, no ha sido sencilla. He descubierto que los Iluminatis han estado asechando aldeas conjuntas al este de la ciudadela de Eel, no se que es lo que buscan con total certeza, pero lo que sé, es que buscan a humanos traídos ya sea por accidente o como sacrificio. También debo reportar que ciertos poblados creen en la existencia de Dioses ajenos a los humanos y al Oráculo.
Intenté... hablar con los faery para obtener información de esos Dioses en los que creen, y para poder obtener más información de los Iluminatis, pero... - Ericka se detuvo por unos momentos, y su mirada reflejó dolor. Miiko se acercó a ella y puso su mano en el hombro de la chica, para ayudarle a seguir. – Pero fueron un poco agresivos al dar la bienvenida.

Dicho esto, Ericka procedió a poner la pequeña mochila en el suelo y les dio la espalda a todos los presentes, para así, sacarse la blusa que le ocultaba las heridas que esos faery le habían hecho al intentar entrar al territorio.

Marcas, mordidas, arañazos, cortes y quemaduras, todas estas heridas ya estaban cicatrizando, pero... el solo verlas los dejaba en shock. Todos quedaron horrorizados al ver eso, pero fue peor al dejar que Ericka se diera vuelta, dejando ver su torso semi desnudo, con una marca de maldición.
Miiko, estupefacta dejó salir un grito y se llevó las manos a la boca, alejándose de Ericka.

- No se preocupen. La maldición es solo pintura vegetal, conseguí los tintes en la tienda para recrear lo que pasé, pero, estaba así hasta hace dos semanas. Logré encontrar a una bruja para que me quitara la maldición. Aunque me la logró quitar, no fue la mejor de las experiencias. – El tono amargo de la suave voz de Ericka se clavó en los corazones de ciertas personas que le veían. Personas que nunca pensaron verle heridas de esas magnitudes.

Para que sea míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora