Capítulo 3. El festival.

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Se despertó al día siguiente a primera hora. Había tenido una pesadilla.
Volteó a ver a su familiar, que seguía dormido plácidamente sobre su cama. Y se levantó para intentar dejarlo descansar.

-Ugh, desearía tener magia curativa...- Susurró para ella misma antes de dirigirse a bañarse y asearse como era debido, tenía que preparar su equipo antes de marcharse a la nueva misión.

Salió del baño desnuda con una sola toalla tapando su majestuoso cuerpo lleno de cicatrices e indecisa por cual ropa ponerse ese día, se quedó mirando su cuerpo en el espejo pegado a su pared. Nunca le había gustado salir de su habitación con ropas simples, aunque no le gustaba destacar en la ciudadela, siempre iba preparada por si veía al amor que tanto le frustraba no poder tener.

Después de pensar durante un rato se decantó a usar una corsé interior de una pieza y utilizar algo para poder presentarse ante los nagas: en el mes que estuvo fuera conoció a demasiadas personas, y antes de conocer a los humanos, conoció a una tribu nómada, con la que convivió un par de días, y por la ayuda que ofreció, le regalaron unas prendas que son sagradas en la tierra naga, sobre todo en el Pueblo de las nagas arcanas, que los secretos abundan como el maana en Eldarya.
Un vestido blanco con rasgos dorados en la falda del vestido, que indican el poder del veneno de la naga mayor, unas medias de un festival que celebran cada año en las tierras nevadas de donde estos nómadas venían y unos zapatos que simulaban las bellas patas de un beriflor, para caminar con delicadeza. Su collar de siempre y un arreglo para el cabello.

Al estar lista levantó a Racta para alimentarlo y cepillar su cuerpo.

-Duermes mucho, cielo, pero esta vez estarás conmigo toda la misión.- El familiar meneó la cola al escuchar a su dueña.- Solo, ven, acércate, tengo algo que decirte.

Racta se acercó a donde sentía que estaba Ericka, y se sentó esperando a que las palabras de ella le fueran susurradas en el oído.
El lazo que ellos dos comparten es mágico. Y Ericka sabía aprovechar eso para su bien, el bien de su familiar y el bien de Lance.

-¿Entendido, Racta?- El Minaloo atinó a ladrar y sacar la lengua, para luego seguir a su ama fuera de la habitación.

Al salir al refugio se topó con Ezarel, quien se encontraba leyendo unos documentos mientras caminaba. Se quedó quieta esperando a que la notara, pero como no lo logró, le puso la mano en el hombro cuando pasó a su lado. Asustado, Ezarel volteó a ella, y suspiró de alivio.

-No me toques de la nada Ericka.- Ella quitó su mano con una leve sonrisa en el rostro.- ¿Estás lista para ir al Pueblo Naga?- Ella solo atinó a asentir con la cabeza y lo siguió hasta la sala de alquimia para preparar lo último que Ezarel necesitaba para irse.

-¿Nos iremos caminando o montaremos a algún familiar?- Preguntó Ericka cuando vió a Ezarel preparar su bolso de pociones.

-Iremos volando.- Ericka lanzó una carcajada antes de voltearlo a ver y descubrir que Ezarel estaba siendo totalmente serio con eso. La cara de sorpresa de Ericka lo era todo para Ezarel en ese momento.- En el mes que estabas de misión logramos rescatar a dos Owlett y ya han crecido lo suficiente como para poder volar.

-¡¿De verdad?!- El grito de la joven asustó al familiar que se encontraba descansando en la puerta. Ericka se disculpó en un susurro por haberlo despertado.- Dice que esos familiares son de las zonas árticas del Este, ¡son magníficas quimeras aladas de una rareza legendaria que han sido domesticadas por elfos árticos por generaciones! Me siento honrada de poder ver un Owlett con mis propios ojos, tengo muchos huevos de familiares pero ninguno como esas majestuosos seres.- Ericka terminó de hablar por segundos, para luego ponerse a dar saltitos de emoción y aplaudir delicadamente por la emoción del momento.

Para que sea míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora