Part 2

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—Estaré todo el tiempo que me necesites porque amo cada maldito segundo en el cual nuestras miradas rozan —exclamé sujetando sus manos.

Ella moría lentamente; sólo debía hacerla sentir como la flor más hermosa de un jardín, como la joya más valiosa de una joyería.

Esa era ella, mi más apreciado tesoro.

Lágrimas ácidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora