Día 1. Confesión

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Hazbin Hotel no me pertenece.
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- ¡Es que no puedo! - le gritó la joven demonio a su amigo.

- ¡Por favor Vaggie! - Angel ya se encontraba completamente exasperado por la conversación - ¡Ustedes dos son la pareja perfecta! Lo único que les falta es hacerlo oficial.

- Lo dices como si fuera tan sencillo.

- ¡Es por qué lo es! - ya estaba a nada de arrancarse su hermoso cabello - Tan solo es ir donde la princesa y decirle "Oye, me gustas, ¿Serías mi novia?" ¡Y listo!

Por supuesto, Angel pensaba usar otros términos para que pudiera llegar y abordar a la chica, pero si lo llegaba a decir en voz alta, seguramente terminaría con una lanza en el cuello y con Vaggie tomando por broma todo lo que le había dicho por las últimas horas. Honestamente, no entendía como ninguna de sus dos amigas parecía notar los sentimientos de la otra y eso ya lo estaba molestando en serio. Sus juegos de miradas, sus sonrojos y balbuceos cuando la otra llegaba a la habitación... Francamente la situación ya rozaba la línea de lo patético y estaba dispuesto a darles la mano que necesitaban para acabar con todo eso de una vez por todas.

- En serio, ¿qué tan jodidamente complicado puede ser confesarse? - dijo al ver qué Vaggie no respondia - Ambas esperan esto, ¿por qué no hacerlo de una vez?

- Pero... - las mejillas de Vaggie se colorearon levemente - ¿Cómo puedo estar segura de que Charlie me ve de esa forma? No quiero arruinar nuestra amistad.

- ¡Por todo el Infierno! - gritó el demonio araña aún más fuerte, sujetando fuertemente su cabello - ¡Es que en serio, ustedes dos no pueden ser más estúpidas! - Vaggie frunció el seño ante el insulto - Se nota a kilómetros que ustedes dos se gustan, las únicas que parecen no notarlo son ustedes.

La menor estaba por reclamarle al respecto, pero no encontraba forma. ¿Realmente su amigo tenía razón y ambas querían ser algo más que amigas? ¿Eran sus actitudes tan obvias para que Angel llegara a esa conclusión?

Le molestaba un poco que su forma de tratar a la princesa la pusiera en evidencia, pues creía ser lo más discreta posible con sus sentimientos, pero también, la idea de que finalmente podría estar con ella, que correspondiera sus sentimientos, le hacía sentir emocionada, como si volviera a ser una adolescente.

La había conocido hace más de dos años, en su primer año en el infierno y desde entonces habían entablado una hermosa amistad. Vaggie se había dado cuenta de que Charlie era, por mucho, diferente a todos los habitantes de aquel miserable lugar, empezando con que era ni más ni menos que la hija de Lucifer, el supremo gobernante del Infierno.

Por supuesto eso no lo supo hasta tiempo después por el temor de la chica de mejillas rosas, de ser tratada diferente por su linaje, pero el hecho era que eso solo logró asombrar más a Vaggie, pues Charlie era alguien sumamente amable y linda, en un mundo donde todos eran demonios, tanto literal como metafóricamente hablando. No terminaba de entender cómo era que la hija de Lucifer fuera una persona tan dulce y encantadora, todo lo contrario a lo que uno se esperaría de el descendiente del Anticristo. Pero fue eso mismo lo que terminó haciendo que se enamorara de ella.

Se sentía muy afortunada de haberla conocido apenas unos meses después de su llegada al infierno, pues le dió, no solo un lugar donde vivir y comida que llevarse a la boca. Le demostró que aún en un lugar como ese, siempre podía haber una pequeña luz de esperanza. Que aún con el cielo rojo que adornaba la ciudad Pentagrama, siempre había la posibilidad de ver un arcoiris tras la lluvia.

Charlie se volvió la luz que la guiaba por entre las sombras que la atormentaban y ella quería estar siempre cerca de esa luz.

Angel se había mantenido en silencio, con los brazos cruzados mientras la observaba reflexionar. Seguía sin entender por que tanto espectáculo para algo que bien podría arreglarse en unos minutos sin riesgo alguno a que termine mal.

Dulces y regalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora