IX

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Las grandes puertas del granero esperan abiertas a los carros perezosos cargados de hierba seca. El sol cae sobre la alfalfa tostada y denuncia algunos hilitos verdes todavía.

En haces apretados los apilan luego en el pajar henchido que se pandea.
Yo estoy aquí y ayudo también.
¡Miradme tumbado sobre la cresta de la carga!

Con las piernas cruzadas voy sintiendo el traqueteo de las ruedas, luego doy un brinco, recojo el trébol y,
hecho una pelota, ruedo con el cuello enmarañado y cubierto de paja.

Me voy solo de caza por los montes lejanos y solitarios,
camino asombrado de mi ligereza y mi alegría.....

Al caer la tarde busco un sitio seguro donde pasar la noche,
enciendo una hoguera,
aso la pieza que acabo de cobrar
y me duermo sobre un montón de hojas secas, con el perro y la escopeta a mi lado.

El cliper yanqui con su altivo tajamar corta la espuma y se desliza rápido por el agua.

Mis ojos buscan la tierra:
me inclino sobre la proa
o grito gozosamente desde la cubierta.

Los pescadores de almejas se levantaron al alba y esperaron a que yo llegase.

Me recogí los pantalones sobre los tobillos y me fui con ellos.
¡Fue un gran día!
Si hubieses venido conmigo, habrías comido sanchocho de almejas.






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