"Matadero"
Bajo la cautelosa mirada de Zulema, la morena se repetía una y mil veces que no debía abrir la boca. Llevaba a penas un día de conocer a Zulema, y por mas atractiva que le pareciese no debía dar su identidad a cualquiera.
—Sigo esperando —murmuró la mora con el fastidio camuflado con su tan frecuente "calma".
—Sigue esperando —respondió Roma, con la mirada perdida en el suelo.
—Hace un momento parecías tan decida en contarme, e incluso me has afirmado que no eres solo "Roma" —la mora la miró amenazante.
Una mirada que decía; me lo dices por las buenas, o por las malas.
Y su paciencia se agotaba.La morena resopló con la mente indecisa.
—Ana María Rosales —confesó.
Miró detenidamente a Zulema, y aquella asintió para que prosiga.
—Una condena de treinta años. El karma me avisó que vendría y lo hizo de forma poco ingeniosa —se rió con ironía la morena—. Homicidios, siete, trafico de droga, y demás —terminó con un suspiro.
La mora soltó un carcajada, pero se denotaba amargura en ella.
—¿Me ves la cara de estúpida? Venga, dime quién eres realmente, Roma. Se me agota la paciencia —advirtió Zulema.
Una sonrisa se asomó en el rostro de la morena, aquella mujer era astuta e inteligente.
—Zulema, guapa, ¿Estás segura que quieres saberlo? —preguntó ladeando su cabeza. La mora asintió, rodeando sus ojos—. Bien, ¿llevas cigarrillo? Es tan breve como el largo del cigarrillo, pero con unas caladas profundas que lo hace eterno.
La pelinegra le ofreció uno, y la morena lo encendió.
—Prepárate para oír una historia más dramática que La rosa de Guadalupe —bromeó la morena con su mirada divertida.
El relajamiento llegó a su cuerpo aspirar el humo y sentir como éste la llenaba por dentro.
—Azul Agní Rosales, soy argentina. Comencé con lo más bajo en mi país; vendiendo drogas en las cuadras de mi barrio —una calada corta—. Tuve la oportunidad de reinventarme en México, y así lo hice, con mi hermano. Allí formé mi pequeño Cartel Agní —la mirada de la mora demostraba sorpresa. No era idiota, "El cartel Agní" es uno de los más destacados en México—. Que ahora por supuesto es un gran imperio, guapa.
Otra calada, era la segunda, pero la más profunda; tanto como lo que iba a confesarle a la mora.
Se mantuvo mirando perdida al suelo, recordando su peor momento.
—Me asocié con la mafia italiana, te arriesgarías al saber cual. Así que no insistas, bonita —advirtió con un semblante adusto—. Luego no hagas que me arrepienta de contarte esto, Zulema —la inseguridad denotaba en su voz.
La mora mantuvo su mirada fija en Roma, tratando de descifrar los sentimientos que se traía la morena en ese momento.
Aún con su concentración en ella, la mora asintió.
—Es tan... —exhaló fuerte y luego dio otra calada a su cigarrillo—. Formé una pequeña familia con un integrante mayor de aquella mafia, una niña —aseguró con una sonrisa amarga—. Aquello terminó en un matadero, la niña perdió a su padre en medio de ello, incluso duró hasta el último día de mi libertad. Por más escondida que tratábamos de tenerla, por más protegida, nada resultaba. Si está viva es porque tiene un Dios aparte, créeme —el pecho comenzó a apretujarse al recordar lo tan injustas que habían resultado las cosas.
Zulema se encontraba en silencio, aquella mujer no era tan diferente a ella y por eso se le hacía imposible no reflejarse en ella.
—Aún queda una calada —murmuró la mora.
—Último día del matadero, música de fondo por favor —aquel lado divertido e irónico había vuelto—. Último día de mi libertad, eso dicen. Con un avión la llevaríamos al extranjero, el único que lo sabe es il capo, ni yo que soy su madre sé a que país se la han llevado. Ya han pasado dos días —susurró lo último—. Un sapito, Zulema, era la rubia que tengo como novia —ahora la carcajada de la morena retumbó en las paredes del baño—. La zorrita le pasó el fatto al enemigo. Y es por es por eso que estoy aquí, perdí diez de mis hombres, y maté a innumerables de ellos, la policía lo sabe claramente, y la niña en un avión —dio su ultima calada como si fuese su ultima respiración profunda—. Un dato extra para ti, mi querida oyente, no son treinta años, permanente revisable —dio por terminado, pisando el cigarrillo.
Soltó el humo y se levantó del banco en el cual estaba sentada contando su historia, del principio al final.
—Se acabó el interrogatorio —murmuró la morena al pasar al lado de Zulema.
Cuando estuvo dispuesta a cruzar la puerta del baño, la voz de la mora la detuvo.
—Morena —sonaba insegura, sentía empatía por aquella mujer. Algo que no era frecuente de ver en Zulema—, ¿Por qué sigue viva? —lo dijo tan despacio que nadie podría escucharla, pero Roma lo había echo y tras ello la miró con una gran sonrisa.
Esa era su última pregunta, y la última calada de la mora.
Se levantó dispuesta a estar frente a la morena, escuchar exactamente cada palabra.
—Por que voy a dejar que se muera en vida. La voy a dejar sola, sin protección, que se pudra treinta años aquí dentro. Mientras yo estaré en quien sabe donde, disfrutando unas pequeñas vacaciones —murmuró antes de salir de allí.
Cada pregunta que la mora hacía, cada palabra que decía con esa voz ronca y tranquila le hacía temblar hasta el alma.
El corazón comenzaba a dar de esos bombeos maravillosos que únicamente lo sientes con una sola persona, y esa era Zulema.
Soltó un suspiro y negó.
La mora le parecía atractiva, sí, pero no le iba a permitir ser la dueña de aquellos latidos.
Se lo había jurado.
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AMORE | Zulema Zahir |
FanfictionFANFICTION de Zulema Zahir. Un error, un sólo error que le costó su libertad. Lo único bueno que conoció entre las rejas era el amore, con la mujer más temida de la prisión, de España. Claro, luego de ella. En proceso. ~29/05/20~ 12/08/20: 1# en Vi...