IX

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—Ferreiro tiene a tu egipcio —comentó Azul con cierto aire de desinterés

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—Ferreiro tiene a tu egipcio —comentó Azul con cierto aire de desinterés.

Aquella notó como cada facción de Zulema comenzaba a endurecerse, su mandíbula y en medio de sus cejas había una pequeña marca presionada generado ante el enojo y confusión que sentía.

—¿Y así me lo dices? —interrogó con su tan habitual voz susurrante.

—Sí.

El silencio se formó en la celda bruscamente, de manera inmediata, al igual que la tensión que se formaba tras este. Zulema enfocó su mirada en la morena, tratando de deducir qué sentimiento en ese momento tenía aquella. Azul no demostraba más que un rostro sin expresión, con la mirada perdida en el techo, sin sentirse siquiera un poco intimidada por la mirada penetrante de su compañera. 

En la cabeza de Azul solo rodeaba la información dada por su amigo "Leto" en la tarde tras el almuerzo. Luego de aquello se sintió perdida en lo que quedaba del día. 

Roma sintió como la cama se movió y aquello la sacó de su trance. Llevó su atención a Zulema y aquella se había subido a su cama, sentada en el otro extremo de la morena. 

—¿Me dirás qué te sucede? —habló, mientras Roma se sentaba a su lado.

—¿Eh? No me pasa nada —respondió de manera tranquila y tratando de encontrar el color de los ojos de Zulema entre la oscuridad, pero éste era opacado por un brillo.

—Morena, no soy idiota —sonrió con amargura, mientras encendía un cigarrillo. El primero. Aquello significaba otra gran conversación en la noche, ya era tradición de ambas.

—Lo sé —suspiró mientras cogía el cigarro que la mora le había ofrecido.

—Anda, dime.

10, 20, 30... Se formó un silencio total a un minuto. Mientras la mora no sacaba un ojo de encima de Azul, la impaciencia la carcomía.

—Es Il capo. Hoy hablé con Leto y me dijo que lo habían atacado —miró a Zulema con los ojos cargados de desesperación y angustia—. Tres tiros; pierna, hombro y abdomen. Tuvo un paro respiratorio y parece estar en coma. Lleva así desde... hace dos días. 

—Joder... —susurró.

—El viejo no se puede morir ahora, antes que me diga en donde mierda metió a mi hija —reprochó pellizcando fuertemente su brazo ante la frustración. 

—¿Alguien más que lo sepa? ¿Un hijo? Quizás se lo dijo a alguien por si le ocurría algo. No te pierdas.

—Capaz —exhaló y luego cerró sus ojos de forma cansada. 

AMORE | Zulema Zahir |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora