2. La torpeza no tiene limites

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Con pesar y dolor me levanto del suelo gracias a la ayuda del que provoco mi caída. Una vez parada sacudo la tierra de mi ropa y luego acomodo mi gorro de lana roja. Luego de esto escucho que carraspean la garganta entonces levanto la mirada para confrontar al chico que me tiró.

—Yo te quiero pedir disculpas. Te juro que no te vi. Fue por culpa de estos idiotas, que caí encima de ti.

Yo miro por encima de su hombro visualizando a tres chicos matándose de la risa dirigidas a mí, pues sus ojos solo me observan, pero luego cesan al escuchar que los llaman idiotas. Desvió los ojos de ellos y la vuelvo de nuevo al chico en frente mío.

—Está bien, no pasa nada. Aun así, el golpe fue horrible.

—Lo siento de nuevo, juro que los retare por esto.

De cierto modo, en su rostro puedo sentir un poco de diversión, cosa que a mí no me da ninguna gracia. Pero como ya no tengo tiempo, ni tener ganas de empezar una discusión, solo asiento con la cabeza y me retiro del lugar.

Fuera, mi madre camina de un lado hacía el otro como si fuera que no sabía qué hacer. Le grito para que me vea y al hacerlo ella sale corriendo hacía mí y, como no, me regaña. Sin más remedio tengo la obligación de contarle todo lo sucedió, a mi mamá no le puedo ocultar nada.

Al día siguiente, voy de nuevo al colegio a las corridas, puesto que me levante unos minutos más tarde. Cuando ya estoy adentro me encuentro con muchas personas merodeando el lugar, algunos caminado, otras paradas charlando y otros guardando cosas en sus casilleros. Yo me decidido a avanzar para buscar el mío mirando el número que me asignaron ayer. Al hallarlo, abro el candado con la llave que me dieron y me fijo que guardar dentro, pero no sé me ocurre que meter, pues en mi antiguo colegio no tenía esto.

Mientras me decido, siento como alguien se apoya en el casillero continuo. Por mera curiosidad, atisbo a mi derecha y me encuentro con un chico que desconozco mirándome con una enorme sonrisa.

Incomoda por esta extraña aparición pregunto qué quiere, él sonríe aún más y se aclara la garganta para hablar.

—Sí, eres tú —frunzo las cejas —. ¿No me recuerdas? Soy el chico que choco ayer contigo. Te reconocí por tu peculiar gorro.

Pienso por un rato, le observó bien el rostro y es ahí donde lo recuerdo. Es el muchacho de ayer. Por la torpeza de sus amigos aun me dolían los codos.

—Ah... si ya se quién eres. Hola.

Extiendo mi mano y ambos nos saludamos. Después de soltarnos me dedico a guardar un par de cosas.

—¿Y qué haces por aquí? Es decir, nunca te vi por acá, aparte de ayer.

—Soy nueva, me anote ayer —lo miro.

—Ah... entonces no conoces el Instituto, ¿no?

Lo observo con ironía. Si soy nueva es obvio que no.

—Me dijeron que este lugar era grande.

—Entonces... puedo ser tu guía turístico. Se podría decir que soy como la... mano derecha de la directora...

Que gracia, le muestro una leve sonrisa y pienso: sería buena idea porque necesitaría ayuda, es muy grande este colegio y no me gustaría quedar en ridículo por perderme. Así que sin pensarlo mucho más estoy dispuesta responderle que sí, pero soy interrumpida por una chica que se coloca en medio nuestro fijando su persona a él.

La joven prácticamente lo aleja arrastras llevándolo a dos casilleros más adelante y se acerca a él acortando bastante la distancia quedando a escasos centímetros. Provocando así que el chico sonría más de lo normal y comenzarán a hablar, siendo la charla inaudible para mí.

Recuerdos que Volverán || LR #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora