Amándose

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Chasquidos lejanos, muy lejanos; abrió sus ojos oscuros con pesadez, su mano algo entumecida había servido de soporte a su cabeza; se había quedado dormido en algún momento que no lograba distinguir en su memoria.


Un nuevo sonido de chasquido invadió sus oídos, buscó con su vista, encontrándose con el rubio que lo miraba con algo de desaprobación — Ali, por los dioses, hay mucho que hacer — aun en silencio, su vista miró los papeles sobre el escritorio de madera y hierro.


De pronto, fue consciente de lo que pasaba — diplomacia — aburrida y lenta diplomacia; bostezó con pereza, solo para notar el rostro enrojecido y de ojos fuertemente cerrados de su más fiel amigo.


—Tranquilo, ya lo recordé — el rubio suspiró pesadamente, en realidad estaba resignado. — Ali, ¿no dormiste?


— No — se estiró, mientras Eugeo lo observaba con ojos entrecerrados — no me mires así, solo me dio insomnio, pero ya desperté — tomó algunos de los papeles, leyó veloz y con el sello del reino, estampó en cera de vela rojo como el vino su marca — ¿acabé ya? —


—Ali, luego de nuestra visita a The World, seremos nosotros los anfitriones... — está vez fue el turno del rey de suspirar.


Y es que la noche anterior no había podido dormir, su diosa había estado inquieta y con fiebre, había cuidado de ella hasta el amanecer; y entre la falta de sueño y la preocupación aún latente por su estado de salud, las reuniones acordadas con el reino vecino, no eran precisamente su prioridad.


—Lo sé... — se levantó con aire renovado, tal vez porque sabía que lo siguiente le valdría alguna que otra mirada de regaño de parte de su responsable amigo — lo dejo en tus manos Eugeo — palmeó su espalda y le indicó los papeles restantes — confío en ti...


El rubio trató de refutar mientras parpadeaba rápidamente, Alistair solo sonrió con aire de malicia y acotó — Stacia no se ha sentido muy bien, iré con ella — se encogió de hombros y tomó su pecho, en sus ojos, a pesar de su sonrisa, se veía preocupación, por lo que Eugeo terminó exhalando el aire en un bufido reconciliador.


—Vaya, me encargaré de todo — el rey movió su cabeza en un gesto de agradecimiento y salió.


Caminó a paso rápido por los pasillos, el movimiento de personas era algo habitual, aunque en esos días, se volvía aún más, su reino sería anfitrión en un encuentro bilateral con The World; tenían una preocupación en común: Vector.


No era fácil nada, recuperar Underworld sería un movimiento militar a gran escala, Vector disponía de un grupo que le había sido fiel y además se valía de artimañas y magia oscura, no podía alejar de su mente que como su amada Stacia, él también era un dios.


Llegó a la puerta de su habitación sin inconvenientes, a pesar del alboroto entre los muchos servidores que seguramente recibían las órdenes de Alice; sus ojos pesaban un poco, pero todo pasaría en cuanto su mirada cruzara la de su amada, con aquello en mente, abrió la puerta.


Su sorpresa no se hizo esperar, no la encontraba, sus ojos se movían con sus pasos en los rincones de su gran habitación, todo estaba pulcro y ordenado, el aroma floral flotaba en el aire; su diosa había tomado un baño sin lugar a dudas, pero entonces, ¿dónde estaba?.

Noche de DesvelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora