Capítulo tres

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-Me voy a dar una vuelta.- digo en voz suficientemente alta como para que mi madre me escuche.
-¿Vas con ese chico?- dice con voz rencorosa, y una mueca de lo que pudo ser dolor.
-No. Ya no está.
-Te estaré vigilando.- cierro la puerta y salgo. Hoy solo puedo pensar en él. Necesito tomar un poco el aire; respirar.
Dicen que cuando lo conocí perdí totalmente el juicio y la razón. Y mirar atrás y todo lo que vivimos juntos,  no es más que una absoluta confirmación. Todo fue una locura. Pero no una locura de esas fingidas en que eres plenamente consciente de lo que haces, sino más bien una de esas en que una nebulosa te atrapa y la atracción hacia una materia oscura, que no ves, se hace cada vez mayor.
Paso por calles y todas tienen algo suyo. El día que nos conocimos lo vi en ese cruce y no pude evitar sentir un enorme escalofrío. Y lo sigo sintiendo hoy.

Camino con más tranquilidad. Sé que ha sido una locura ir tras de él. Pero a veces hago cosas sin pensar, o pensando demasiado. Suspiro y llego a mi calle. Saco la llave y la pongo. No gira demasiado bien. Llamo al timbre, me abrirán.

-¿Quién es?

-Yo.- la puerta se abre. Antes de entrar miro a la derecha y más tarde a la izquierda por inercia, pero antes de subir el escalón me doy cuenta de que había alguien. Vuelvo a mirar a mi izquierda y ahí está él, mirándome fijamente. Tras aguantar la mirada unos segundos continúa caminando hacia la calle siguiente. Un escalofrío recorre mi cuerpo entero. Cierro la puerta y empiezo a ponerme nerviosa. ¿Quién es este chico?

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