Dos años y unos cuantos errores atrás...
-Celeste, cariño, es la tercera vez que te llamo.
-Ya voy mamá...
-Son las nueve.
-¿Las nueve? ¿Y porqué no me has avisado antes? ¡Llego tarde!- mi madre suspira y sale de la habitación.
Para este invierno me he propuesto que todo cambie. Esta rutina tan monótona me ha cansado de tal forma, que si hace falta, haré una locura para cambiarla. Estoy cansada de perseguir gotas de lluvia mientras llueve y de domingos sola con una manta.
Entro en unos vaqueros que a saber qué talla son, pero para alegría mía, menos de la que esperaba. Me pongo una camiseta con la Torre Eiffel y las zapatillas más azules que encuentro.
- Adiós mamá, adiós papá, adiós Ulises. - les digo a mis padres y a mi Chihuahua.
Las nueve y diez. Si me pongo a correr aún llegaré. Recorro lo más rápido que puedo cuestas y bajadas, calles sin y con nombre; en estos momentos es un alivio que el pueblo sea relativamente pequeño; hasta que llego a la estación y allí están de pie mirándome Raúl y Laura.
- Como siempre tarde Cel.- dice Raúl. Lo peor de todo es que tienen razón en reprocharme. Pero debo fingir que no, y más después del maratón.
- No no no no. Mirad el móvil, habré llegado en punto. - miramos la hora. Y veintidós. Tengo razón, he llegado bastante bien.
- Vale cielo, por hoy pasa. - dice de broma Laura.
Parece que vayan vestidos a juego. Raúl con sus vaqueros azul claro y camiseta roja. Gafas de pasta mezclando ambos colores, más por problemas de vista que por moda, aunque en un examen tipo test ambas respuestas serían válidas. Laura va con un pantalón corto rojo y una camisa preciosa azul. Me estoy fijando en las zapatillas pero Laura me tira del brazo, tenemos que estar en el instituto a la media.
Al llegar todos están en el patio, en sus respectivas sillas, y el director a punto de dar su discurso de inicio de curso. Primero de bachillerato ha llegado. Tan solo nos tenemos que enfrentar a un horario de siete horas al día, matemáticas B, física y química, biología o dibujo técnico, y clases de literatura. La parte positiva es que me he librado de clases de historia. A mi me gusta crearla, no aprenderla. Llaman a treinta alumnos que se dirigen con su respectivo tutor a su clase asignada. Esos alumnos tendrán un horario distinto, son de letras. Quedamos aproximadamente unos veinte alumnos sin rumbo fijo en la vida, pero con rumbo asignado en los estudios. Raúl y Laura vendrán conmigo a mi clase, ya que aún no les han llamado. Llaman de momento a los mismos del año pasado. María, Claudia, Lucas, Lucía, Aarón. También a Raúl y a Laura. Tiene que haber alguien más. Que no conozca. Que tenga algo más que malas ideas en la cabeza.
-Axel Martorell.- se hace una pausa y todos nos miramos intrigados pues nadie se levante.- ¿Axel está?
-Soy yo.- dice un chico desconocido para todos. Se levanta y camina con una chulería que no es propia de su primera impresión. Transmite dulzura pero a la vez fuerza. Parece una contradicción. Una contradicción andante. Tiene los ojos verdes brillantes. Pelo castaño, ligeramente ondulado, con ciertas partes más oscuras. Bastante alto. Es extraño. En un pueblo pequeño cuando hay alguna mudanza todos nos acabamos enterando más temprano que tarde. Y los de pueblos cercanos parecen no conocerle, puesto que sus miradas de asombro son más grandes que la mía.
Después de él llaman a varios chicos y tres chicas de pueblos vecinos; también inician aquí su camino hacia la carrera de sus sueños. El tutor es profesor de filosofía. Pasará tres horas semanales explicándonos la forma de ver el mundo que tenían los grandes pensadores; y lo equivocados que estamos al hacerles caso. O al no hacerles caso. No estoy segura.
Llevo toda la tarde sin hacer nada. Tirada en el sofá. Ha sido una mañana algo aburrida. Nos acabaremos acostumbrando a los nuevos y todo volverá a ser monótonamente aburrido. Otra vez. Pensar en ello lo único que hace es enfadarme más, decepcionarme. Cojo las llaves, digo un adiós rápido y salgo de casa. Sin dar explicaciones. La única forma de relajarme será irme a mi lugar. Dos manzanas cuesta arriba a partir de mi casa llegas a un callejón, cuyas casas no han sido pintadas en años, si es que las pintaron alguna vez. Estas casas están abandonadas porque son las más cercanas al bosque del amor. Siempre me han parecido curiosas las maldiciones y cosas sobrenaturales que se le atribuyen a este tenebroso bosque. Circulan tantas historias que yo tan solo me he creído una: son invenciones de gente que no puede dormir por la noche y aprovecha que su imaginación está a esa hora en su etapa más activa. Para mi es precioso y el único lugar con completa soledad y tranquilidad.
Me adentro por los primeros árboles. Estos tienen un musgo verdoso debido a la mezcla del ténue sol y el abundante agua. Conforme me acerco hacia el centro el musgo va desapareciendo y la vegetación tan explendida también. Pero yo nunca llego al centro. Nadie sabe qué puedes encontrar.
En pocos minutos llego a mi lugar. Entre varios árboles hay una piedra de gran tamaño que parece una silla. Me siento la reina del lugar. Suspiro e intento olvidarme de todo.
De repente oigo romperse un palo. Luego otro. Son pisadas de alguien. Me suben las pulsaciones a un ritmo tremendo. Pero me doy cuenta que esa persona o animal no viene hacia mí. Se desvía. Me levanto sigilosamente y veo su silueta. Es un chico. Joven. Me resulta familiar. Decido ver dónde va, siguiéndolo, pero sin que me vea. Los árboles me tapan lo suficiente para que no pueda verme, tal y como yo pretendía, y va sumergido en sus pensamientos de forma suficiente para que no pueda oirme. De pronto se para en seco. Ahí puedo verle de arriba a abajo. Gira un poco la cabeza. Es... Es el chico nuevo. Es Axel. Va vestido como esta mañana pero no lleva zapatillas. Ni calcetines. Es realmente raro. Nadie en su sano juicio estaría en este bosque. Cosa que me hace plantearme qué hago yo aquí. Siguiendo a un desconocido. Ha sido una mala idea. Me giro decidida a irme y doy un paso.
-¿Qué crees que es sentir?- me quedo petrificada. No me ha podido oir. ¿Con quién habla? No me muevo.- Te pregunto a ti, Cielo, sé que estás ahí.
-Mi nombre es Celeste.- le digo como susurrando.
-Lo sé, vienes a mi clase. O yo a la tuya. Respóndeme.
- Sentir es... no sé explicarlo...- algo paralizada noto como se acerca a mi. Se pone delante mía, guardando una distancia de un metro.
-Sentir es ir descalzo por el bosque y notar su humedad, notar su vida. Sentir es mirar a alguien a los ojos y que estallen los sentimientos.- me mira a los ojos. Y algo, no sé el qué, estalla.
- No te he preguntado por qué ibas sin zapatillas.
- Ni yo te he pedido que me sigas. Pero inconscientemente lo hemos pensado ambos. Tú que qué pasaba con mis zapatillas y yo que quizás me siguieras.
- Yo no te seguía. Tan solo quería ver dónde me llevaban tus pasos.
- Entonces sígueme ahora.- barajo las posibilidades de si grito que alguien me oiga o pueda venir a tiempo, en caso de que no sea una buena persona. Y sin pensarlo dos veces le sigo.
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Irreal
Romance《-Mira el cielo, ya no está de tu color, Celeste. Lo siento pero para mi este es el momento más bonito del día. -Sí, el cielo y las estrellas están preciosas. -Es irónico... ahora mismo estoy viendo mi pasado, sintiendo mi presente y observando mi...