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GRIAT



Despertó sintiéndose diferente.

No había otra manera de describirlo.

No sabía si era el mal clima que había azotado el pueblo en cuanto abrió los ojos. Se levantó sintiendo todo su cuerpo exhausto; le dolía cada parte del cuerpo como si le hubieran molido a golpes. Esperó escuchar algún ruido, pero en su casa no había ni siquiera un ruido, ni uno mínimo. El dolor de cabeza no había desaparecido, más bien se había intensificado. Giró la cabeza buscando su celular, pero no lo encontraba por ningún lado. Se extrañó, ya que recordaba haberlo puesto en la mesa de noche cargando.

—¡Mamá! ¡Mami! —gritó con fuerza; sin embargo, no escuchó ninguna respuesta. Suspiró agotada, se levantó con pereza intentando llegar hasta el armario, pero en el camino tropezó con un tacón de aguja negro.

—Mierda... —se quejó sobándose el talón. Sus ojos captaron el tacón negro. ¿De dónde salió si ella no usaba tacones? Seguro había sido Dalía.

De repente, la alarma de las 7:15 a.m. empezó a sonar con fuerza; si no se apuraba, llegaría tarde a clases, así que se levantó rápido para ir a cambiarse. Rebuscó entre la ropa el conjunto que se pondría hoy, pero no conseguía nada, de hecho, no era su ropa. Al menos no toda. Suspiró y se puso lo primero que vio. No tenía tiempo de sacar conclusiones.

Una vez lista, fue hasta la cocina donde se suponía que estaría su madre cocinando el desayuno, pero no estaba. ¿Se habría ido al consultorio tan temprano? La casa estaba aterradoramente silenciosa—lo cual, repito: no era normal—. Prefirió no prestarle atención y se fue hasta la nevera, sacando la leche para el cereal. Se sentó en la mesa comiendo. Encendió el televisor mientras veía las noticias, una costumbre que había adquirido gracias a su padre cuando no era temporada de béisbol.

La cuchara se quedó a la mitad del proceso cuando en la televisión apareció que Donald Nighy había ganado la presidencia y que Ciaran Rittenhouse había sido asesinada dos meses antes de poder postularse. Supo que su rostro se había puesto de toda la gama de colores blanco. Subió el volumen para escuchar mejor y confirmar que realmente eso no estaba sucediendo.

—Tras la muerte inesperada de la aspirante candidata a presidente, Donald Nighy gana las elecciones. Los patriotas celebran felices por las votaciones —el presentador estaba inexpresivo. A pesar de que su voz era de felicidad, tenía un aura tan extraña que le congeló los huesos—. Aún no se encuentran los sospechosos del asesinato de Rittenhouse después de dos meses de su encuentro en su mansión. Les estaremos informando acerca de esto en... —lo apagó.

Ciaran Rittenhouse había sido asesinada hace dos meses... ¿Entonces por qué anoche ganó las elecciones?

—Algo está pasando... no estoy loca, no lo estoy —repitió por unos segundos poniendo sus dedos en las sienes—. Hay una explicación razonable para todo esto. Todo está bien, no estás loca.

Fue hasta la gaveta de la cocina buscando sus pastillas para la ansiedad. Se tomó dos de golpe, esperando unos segundos a ver si hacían algún efecto en ella, pero lo único en lo que podía pensar era en el noticiero. Su cuerpo lo supo antes que su cerebro: si no se calmaba, iba a tener un ataque de ansiedad. Algunas gotitas de sudor empezaron a caer de su frente y otras a resbalar por su espalda; sus manos temblaban y sus dientes castañeaban.

—Por los dioses, cálmate. Estás bien, estás en tu casa. No tengas miedo.

Subió la vista al reloj de la pared para ver la hora y se dio cuenta de que estaba llegando tarde al colegio nuevamente, por lo que decidió que más tarde le preguntaría a Dalía sobre esto y seguiría con su día.

¿DÓNDE ESTOY? | TERMINADA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora