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UNIVERSO PARALELO



En su cabeza aún no podía procesar que estaba en un universo paralelo. Siempre había escuchado cosas extrañas sobre el pueblo de Grait, pero nunca pensó que en Griat pasara lo mismo. Aunque había escuchado los disparates de los ancianos hablar sobre hombres lobo ocultos en las montañas, vampiros merodeando en temporadas de frío, incluso brujas haciendo sacrificios, jamás llegó a pensar que podía ser real, sino más bien un invento para asustar a los niños que se portaban mal.

El día seguía siendo igual de raro, por supuesto. Había notado que las cosas «ahí» eran demasiado diferentes. Por ejemplo, las clases que tenían mayor importancia para ella, no existían. Jamás daban clases de física ni literatura ni cualquier otra, sino que dedicaban dos horas para orar a un Dios del que nunca había escuchado antes, uno con grandes cuernos, ojos amarillos, que mantenía la boca abierta y con enormes colmillos afilados. Los dejaban en un salón en completo silencio, como si estuvieran paralizados (la única clase en la que realmente prestaban atención, porque en las otras ni entraban). Las personas se comportaban de forma grosera entre ellas, y parecía muy normal. Incontables veces quiso salir corriendo del salón y refugiarse en el baño, pero se sentía observada, vigilada. Entonces, hizo caso a Reagan e intentó ser una persona fría y silenciosa. Hasta ahora, nadie había puesto sus ojos en ella con suma atención, a excepción de Arkan, el chico con el cual había hablado sobre las calles. Las chicas la miraban con ojos de fiera mientras que los chicos con ojos lujuriosos. Llegó un punto en que la incomodidad se notaba en su cara, por lo que cuando sonó la campana, salió despavorida. Ya no era porque la tachaban de asesina, sino porque ahora la consideraban una prostituta. Los chicos se le acercaban con la intención de pagarle, le robaban besos, le guiñaban los ojos, le decían cosas obscenas, la llamaban de todas las maneras posibles.

Fue hasta su casillero por primera vez, justo antes de ir a la biblioteca. Metió algunos libros, y en una esquina estaba un celular, su celular. Estaba apagado, así que lo encendió y vio que no era de la marca Apple, sino una llamada Liser. Pero esa marca no existía. Inmediatamente buscó en la galería y se encontró con fotos que la asustaron. Era ella, pero esa chica estaba diferente, había un aura lujuriosa que la dejó atónita; se veía tan idéntica a ella, pero con algo que la hacía diferente. Siguió mirando las fotos y en casi todas estaba su otra yo con muy poca ropa, besándose con chicos y chicas, drogándose, saliendo de fiesta, fotos en hoteles muy importantes, y con lo que parecía ser un Sugar Daddy. Buscó en los mensajes y la mayoría eran de todo tipo de personas que le pedían otra noche junto a ella y que le darían dinero a cambio. Por un segundo, su cuerpo pidió aceptar. ¿Qué demonios le pasaba? Era algo difícil de decir o explicar. Sus pezones se endurecieron y empezó a caer un líquido entre sus piernas. De su boca salían pequeños sonidos de satisfacción; intentó detener la sensación cruzando las piernas, pero causaba más fricción donde le dolía y gustaba. Agradecía que no hubiera nadie a su alrededor, pero de tan solo pensar que alguien la estuviera viendo, más hacía el efecto.

«No soy ella», repitió incontables veces hasta que el efecto de excitación pasó. Abrió los ojos mirando alrededor, no había nadie. Respiró profundo y se encaminó hasta la biblioteca donde se había citado con Reagan.

. . .

Llegó sin problemas, empezó a buscarlo con la mirada pero no estaba a la vista, así que decidió ir por los estantes esperando verlo. Un chico alto estaba recostado en un estante con las piernas cruzadas y los brazos en los bolsillos. Reagan estaba allí esperándola, se acercó a él, y entonces, inesperadamente, la besó en los labios. Ella se quedó paralizada sintiendo la manera brusca en la que metió su lengua dentro de su boca; forcejeó para poder quitarlo de encima, pero él era más fuerte que ella, la aprisionó con sus brazos para que no se alejara, después descendió sus labios hasta su cuello dando mordiscos para nada suaves que la dolieron. Estaba a punto de pedir ayuda cuando él se despegó de ella sin soltarle los brazos, lo miró a los ojos con rabia, pero él no se inmutó. Más bien, miró hacia la derecha disimuladamente, donde unos estudiantes los miraban sin expresión alguna, atentos a lo que estaban haciendo. Reagan regresó sus ojos a los de ella regalándole una sonrisa torcida, y ella sintió cómo metió algo en su bolsillo.

¿DÓNDE ESTOY? | TERMINADA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora