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UN REGRESO A CASA

Ir al lago Grismour detrás de la mansión Rittenhouse resultó ser una travesía tan angustiosa como navegar por un campo minado. De alguna manera, las personas habían descubierto su ausencia de la casa y se lanzaron a las calles armadas hasta los dientes, dispuestas a cualquier cosa que pudiera atravesar un cuerpo humano. Las piernas de Reese temblaban, su corazón latía desbocado y su respiración se entrecortaba mientras observaba a Los Otros correr entre casas y calles en busca de ellos. Escapar de la iglesia había sido una odisea, y la herida de Reagan no dejaba de sangrar.

—Silencio —pidió Reagan, tapando la boca de Reese con su mano. La tensión era palpable, y Reese sentía que estaba al borde de un ataque de pánico, una sensación de miedo abrumador que le recorría las venas. Reagan gemía de dolor, sosteniéndose el abdomen donde la sangre continuaba brotando, a pesar de los vendajes y la presión que ejercía.

—Lo sé, lo sé, perdón —susurró Reese con la voz entrecortada por las lágrimas y el miedo. —Tengo tanto miedo... quiero ir a casa.

Reagan la miró con una sonrisa comprensiva y se acercó, ofreciéndole un abrazo reconfortante a pesar de las advertencias de mantenerse quieto. Ambos sentían el pulso acelerado, porque aunque Reagan intentaba ocultarlo, el miedo también lo invadía.

—Pronto todo... acabará —murmuró Reagan, y le dio a Reese un beso en la mejilla que pareció calmarla al instante.

Luego, un hombre de voz gruesa irrumpió en la escena desde afuera de los arbustos, alertando a su grupo sobre la búsqueda de los fugitivos. Reese y Reagan observaron con temor mientras un grupo de personas del vecindario discutía en voz alta sobre su destino.

—¡BUSQUENLOS! —gritó el hombre con determinación. —¡No me importa dónde los encuentren, esos malditos no nos volverán a engañar! Busquen en todo el pueblo, ¡quiero que los encuentren vivos! ¿Entendido? Él quiere que estén vivos. 

El grupo se dispersó rápidamente, y Reese sintió que su mente se quedaba en blanco. Intentaba desesperadamente idear un plan, pero el pánico amenazaba con paralizarla.

—El búho está cerca —dijo Reagan de repente, sosteniéndose el cuello con una expresión de dolor.

Reese levantó la vista, buscando entre los árboles. La oscuridad de la noche hacía difícil discernir los detalles, pero finalmente vio un destello amarillo entre las sombras. Un escalofrío recorrió su espalda al encontrarse con la mirada del búho, que los observaba fijamente.

"Síganme."

El búho extendió sus alas y comenzó a volar. Sin dudarlo, Reese y Reagan salieron corriendo de los arbustos que los ocultaban. Sin embargo, su escape fue descubierto casi de inmediato, y una multitud armada se precipitó tras ellos. La adrenalina impulsaba a Reese a seguir adelante, con una única certeza en su mente: no podían morir.

—¡¡ATRAPENLOS!! —gritó uno de sus perseguidores. El bosque de Griat parecía interminable mientras intentaban evadirse, pero estaban exhaustos y débiles. Se escondieron entre los árboles para tomar un respiro, mientras los gritos y los chillidos resonaban en sus oídos.

—Reese... —tosió Reagan, apoyándose en un tronco. —No puedo... seguir. 

—¿Qué estás diciendo? —exclamó Reese, agarrándolo antes de que cayera al suelo. Su rostro estaba pálido y marcado por el dolor, y Reese vio manchas de sangre seca en sus labios. Reagan se aferraba al abdomen con fuerza, sufriendo en silencio.

—No puedo —repitió Reagan con una expresión vacía. —Seré una carga para ti... me derrumbaré en el camino. No quiero que mueras por mi culpa. 

¿DÓNDE ESTOY? | TERMINADA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora