Capítulo 4 💙

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Esperanza.

Aoko intentaba seguir confiando después de algunos estudios de ADN mostrados por Hakuba. Coincidían a la exactitud con Kaito.

—Nakamori-san, no quiero hacerte sentir mal, pero tengo sospechas y pruebas seguras de que... —decía justo después de clases con una fuerte indiferencia.

Aoko rió nerviosa.

—No puede ser... Ni siquiera me lo imagino, Hakuba-kun. No hay manera. —señaló sin creer nada.

Jamás pensaría que su amigo de la infancia le guardara secretos, además el ladrón fantasma llevaba años trabajando y debía ser muy mayor. Sin contar que Kaito no tenía motivos para robar. Era despreocupado y molesto, nada parecido al odioso pero elegante criminal.

No había manera que él le ocultara algo, se conocían mejor que nadie. Pero eso no impedía que las palabras y pruebas del rubio atormentaran su cabeza.
Incluso creaba razones irreales en su mente para negar cualquier otra conjetura.

Una noche, el chico salió de su hogar y olvido encender las luces, así que Aoko se dirigió a hacerlo. Recordó entonces, que aquella noche era un robo del ladrón, por lo tanto su padre llegaría tarde.

Ya en la otra casa, un sentimiento por indagar se hizo presente, sin embargo no actuó.

<< Basta Aoko, es imposible. Yo confío en Kaito. >>

Justo cuando aquel pensamiento cruzo en su inconsciente, mientras se dirigía a la puerta para salir, Kaito llegó.

Un rostro aterrorizado fue la primera expresión de él y seguido esconder algo trás de sí.

Tenía rasguños por toda la cara.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Kaito con leve preocupación que desapareció en segundos ante Aoko.

—Solo... He venido a prender las luces.

—Ah, sí. Gracias. Lo olvide antes de salir. —dijo extrañamente alegre entrando al lugar y caminando al otro lado de la chica.

—¿A dónde fuiste Kaito?

La repentina pregunta hizo resbalar una gota de sudor de Kaito, pero su rostro sonriente ni se inmutó.

—Mamá quería que le fuera a enviar unos papeles que olvido por correo. —aseguró.

—Ya veo... —dijo dudado. —Bien, yo debo irme.

Kaito se le quedó mirando confundido, como si espera que preguntará pero no lo hizo.

—¿Aoko?

La chica estaba por cruzar la puerta, se detuvo y su inocente semblante cambio a uno melancólico.

—Kaito, confío en ti. —susurró antes de salir sin más.

Dejó al joven con un gran sentimiento de culpabilidad, quién más tarde le dejo una rosa azul a escondidas en su habitación como un "disculpa".

Rosas Azules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora