- Capitulo 3 -

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El desconocido lo miraba, no menos sorprendido.

—¿Quién eres? —volvió a preguntarle Tyler.

—No lo sé —dijo el hombre despacio, mirándolo sin parpadear.

Iba a decir algo más pero… perdió nitidez, como la imagen de un canal de televisión por cable con mala recepción, y desapareció.

La habitación se quedó en silencio. Una abeja se posó en una ventana y caminó en círculos.

Tyler dejó el martillo y, con la garganta agarrotada, exhaló el aire. Se frotó los ojos. Los tenía irritados e hinchados de lo mucho que había bebido la noche anterior. «Es una alucinación —se dijo—. Tonterías de un cerebro agotado».

Su ansia de alcohol era tan intensa que por un instante pensó en ir a la cocina y rebuscar en la despensa. Pero  Rick no solía tener licores; seguramente no habría más que vino.

Y aún no era mediodía. Nunca bebía antes de las doce.

—¡Eh! —oyó que le decía Rick desde la entrada. Miró a Tyler de un modo raro—. ¿Necesitas algo? Me ha parecido oírte.—

A Tyler le latían dolorosamente las sienes al ritmo de su corazón. Sentía unas leves náuseas.

—Los muchachos de tu viñedo… ¿Hay alguno que sea moreno con el pelo corto y lleve una cazadora de piloto como las antiguas? —

—Brian es moreno, pero lleva el pelo más bien largo. Además, nunca le he visto llevar una chaqueta así. ¿Por qué?

Tyler se levantó y se acercó a la ventana. De un manotazo, espantó la abeja, que se fue volando con un zumbido hosco.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Rick

—Bien, sí. —

—Porque si quieres contarme algo…—

—No. —

—Vale —repuso Rick con una cuidadosa insipidez que lo fastidió. Jenna solía hablarle en el mismo tono, como si anduviera pisando huevos a su alrededor.

—Acabo enseguida y me voy. — Tyler se acercó a la mesa de trabajo y se puso a medir la longitud de una moldura.

—Está bien. — Rick se quedó en la puerta—. Ty… ¿Has estado bebiendo últimamente?—

—No lo bastante —le respondió con fiera sinceridad.

—¿Crees…? —

—Ahora no me vengas con esas, Rick.—

—Entendido.—

Rick lo miraba sin disimular su preocupación. Tyler sabía que no tendría que haberle irritado que su hermano demostrara que se preocupaba de verdad por él, pero cualquier gesto cálido o de afecto le hacía reaccionar siempre de un modo distinto que los demás: despertaba su instinto de apartarse, de cerrarse. La gente podía aguantarlo o desaparecer porque ese era su modo de ser.

Se mantuvo inexpresivo, sin abrir la boca. Por mucho que él y Rick fueran hermanos, apenas sabían nada el uno acerca del otro. Y Tyler prefería que así siguiera siendo.

Cuando Rick se marchó de la salita, el fantasma volvió a prestarle atención a Tyler.

En el instante en el que los dos habían sido capaces de verse, había sobrecogido al fantasma la conciencia de que existía una conexión abierta entre ambos, de modo que él era capaz de percibir todo cuanto sentía el hombre… amargura, el deseo de olvido, de entumecimiento, una necesidad de aislamiento que nada podía satisfacer. El fantasma no sentía todo eso… era más bien que tenía la capacidad de echar un vistazo a todo aquello, igual que si ojeara los títulos en una librería. No obstante, la intensidad con que lo percibía lo había asombrado y se había dado media vuelta.

¡HELP ME POLARIZE! [JOSHLER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora