Jefe

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Después de todo aquella finca no se veía mal, el trabajo era pesado pero tenía varios descansos en medio de sus labores, le gustaba que de vez en cuando Bianca bajaba a comer onces con ella. Sin embargo noto que hacía mucho no se topaba de casualidad con su jefe; decidió responderle su nota anterior.

"Ciertamente no esperaba un poema, en realidad pensaba en una carta muy formal de despido" 

Decidí entonces preparar ese postre de auyama que le gustaba y dejarle una porción en la nevera y otra junto a la cama y la nota, medio la impresión que le haría sonreír y aquello le causó escozor en la garganta hacia cuanto no se preocupaba por hacer reír a una persona adulta y llegó un flash corto de música, del piso frío y del dolor de cabeza que tenía, recordó como pedazos de vidrio adornaban la sala y las risas que caracterizan a las personas que se encuentran drogadas.

Seguir con el postre y dejar los recuerdos a un lado seria lo mejor, miro la cocina y siguió cocinando, pasando los recuerdos amargos. 

Al cabo de una hora ya siendo las siete de la noche, termine de ordenar lleve lo necesario para la casa y cuando llegue directo a la cocina a hacerme un té lo vi, estaba recostado contra la encimera cogiendo una cucharada de postre y dirigiéndolo a la boca, era una imagen erótica que no dejo de mirar, ambos estaban siendo cómplices del ambiente que estaba allí sin embargo, ninguno dejó de observarse en medio del silencio, hasta el sonido chirriante de la tetera, ambos voltearon el rostro y Cesar quitó a la tetera del fuego sirvió dos vasos de agua hirviendo. Implícitamente le dijo que se sentara y tomarán aromática.

—El postre estaba delicioso Julia, gracias — lo dijo suave .— No te quería seguir dejando notas, quería hablarte.

—Pensé que no le gustaba hablarme o no se encontraba en disposición sr. César —él la miró socarronamente y soltó una risa jocosa.

—Ahora soy sr. César vea pues antes era un minero...

—Bueno en mi defensa puedo decir que antes no era mi jefe—estaba que soltaba una risa coqueta pero intentaba reprimirlo, suficiente era comérselo con la mirada mientras comía un simple postre.— Además no eso lo que quiere, que lo trate como a un jefe.

—Pues es yo pensaba que es que yo—se aclaró la garganta y me miró a los ojos.— Me agrada el respeto Julia eso es algo que va en doble vía, yo la voy a respetar y usted a mí, pero si le soy sincero no espero subordinación o algo así ¿me entiende? — yo asentí claramente no me le iba a arrodillar y besarle los zapatos.— Y fuera de sus horarios de trabajo odiaría tratarla de a usted, eso si a usted le parece, en el momento en que usted me llame por mi nombre yo la llamaré Julia— no faltó mucho para que se me pusieran las mejillas rojas era la segunda vez que le escuchaba decir mi nombre con esa voz gruesa y un tanto nerviosa.

—No se que decir, usualmente no me tomo ninguna libertad con mis jefes.

—Lo entiendo, el asunto es que siempre pensé en ser más que su jefe y cuando estuvo trabajando, yo soy muy tímido si me gusta alguien Julia, si me gusta alguien en serio más allá de lo físico— Cesar la miro a los ojos esperando que dijera algo, pero no podían salir palabras de su boca.— Yo no quiero intimidarla, si su decisión es solo tomar el trabajo estará bien y si cambia de opinión puede salir conmigo y seguir trabajando, yo no quiero hacerla sentir mal, disculpe si la moleste. 

Lo vio retirarse de la silla, lo oyó subir por las escaleras y cerrar la puerta del cuarto. Seguía allí, quieta, no podía moverse. Mucho tiempo atrás quería intentar salir con un hombre, eran tiempos lejanos aquellos; Y ahí en medio del silencio y la desgracia soltó las lágrimas que evitó durante una semana.

—Debo ponerme los pantalones de niña grande, mierda...—puso la cabeza contra la porcelana fría de la barra.— Quisiera decir si, quisiera decir si y no tener miedo, si quisiera no tener miedo.

¿Quien paga los platos rotos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora