Las preguntas iban y venían oscilando en el aire, ambos manteníamos la charla a raya controlando la conversación en límites respetables, conociéndonos me pareció una persona agradable, con una fascinación por el campo a pesar de haber vivido en la ciudad desde la niñez hasta culminar la universidad. Decidieron llevar unas maletas y si quedaba el acuerdo de empleo se quedaría sin preámbulos.
– Y al terminar la universidad ¿Qué sucedió para que te quedaras? – pregunte curiosa.
– Regrese y recordé cómo era el campo el olor a tierra húmeda, a pasto cortado, la comida; extrañe a mi mama, me di cuenta que amaba este lugar y aplace volver a la ciudad una y otra vez hasta que me decidí por quedarme– lo vi sonreír mientras cambiaba de canción hasta encontrarse con 'Mil horas' de los abuelos de la nada; comenzó a tamborilear los dedos en el manubrio–. ¿Y tú llegaste a Jenesano, por algo en especial?
– No la verdad no podía durar un minuto más en Bogotá, las personas querían hacerme daño. Intente mantenerme alejada, me cambie de barrios por meses– comente abrumada–. La verdad es que nací en un mundo donde solo tenías una opción y yo elegí estudiar y trabajar lejos de ellos.
– Pero siempre puedes denunciar– comentó precavido, mirándome con sigilo
No pude contestar tenía la respuesta vagando en mi cabeza, solo lo mire para negar con los ojos aguados. Sus palabras sonaban tan sencillas pero ciertamente irreales.
– Tal vez en un libro romántico, de superación de pronto o en una serie tipo narcóticos de origen colombiano– le mire con mis ojos rojos y una sonrisa–. Seguramente ahí.
La conversación terminó ahí, preferí mirar los caminos, las haciendas de cultivos de feijoba, pimentón y tomate de árbol, como si con ello evitará que el dejara de tener lastima por una persona dañada. Sonó en el auto "You know i'm not good" sonreí a la ironía de la vida, yo misma lo sabía no soy buena. Llegamos por fin, a un portón gigante de madera, cruzamos pero seguían más y más parcelas verdes, con árboles gigantes que creaban una sombra para todo el camino.
– Hacia la derecha por este camino hay varias casas de los trabajadores y hacia la izquierda hay zonas comunes y una escuela... las escuelas quedan muy lejos y me da miedo que tal vez suceda algo– mire el pequeño camino cercado en madera, le devolví la mirada–. Además hay papás que creen que la escuela no es tan necesaria y el trabajo lo es, los niños tienen clases obligatorias hasta la una de la tarde y después tienen clases diferentes o hacen tareas, nada es para la casa.
– ¿Y si hay niños que no van? – soltó una carcajada
– Sus papás no se atreverían, el pago de la escuela es obligatoria y si no tendrán que salir y vendrá una nueva familia. Solo pagan los pagos mínimos sin ganancias, la comida y las profesoras.
La conversación quedó interrumpida por una casa mediana, no podía creer que una finca tan grande poseyera una casa tan pequeña. Bajo sus maletas y entraron, la guió hasta el segundo piso y la dejó solo mientras él iba al baño, luego de algunos minutos. Escucho barullo afuera de la casa y vio a una adolescente jugando con un bebé pequeño, se encontró sumamente aburrida, y decidió bajar.
– ¿Y César? – pronunció altanera la niña, apenas salió de la casa.
– En el baño– respondió tímida–. Yo soy la nueva cocinera, mi nombre es Julia.
– Si eres cocinera no deberías salir de la casa de mi hermano, él puede ser un poco envidioso–soltaron unas risitas, mirándose por fin en armonía–. Ya, eres la asombrosa Julia ¿no? Mi hermano lleva días nombrando tu comida, que tus postres, que tu genio, que parecías un ángel cocinando y lo dejaste con la panza llenita. Yo soy Bianca la hermana menor del muerto de hambre y él es Dante mi sobrino.
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¿Quien paga los platos rotos?
RomanceNingún gato posee siete vidas, a raíz de eso se aprovecha la única. Para lograr hacerla irrepetible. Nunca imagine encontrar la tierra bella, y no me refiero al país o continente en el que habito, hago referencia a la tierra que trabajo todos los d...