Capítulo 4 (Primera Parte)

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Kellan
23:45

El sonido de mi teléfono llena la habitación nuevamente, no ha parado de sonar desde que publiqué el artículo sobre el caso. Observo la pantalla de mi móvil y la cara de mi padre aparece, regañándome con su dura mirada.  Suspirando echo un vistazo a la pantalla de mi portátil, las palabras escritas allí haciéndome sentir cada vez más abrumada.

“El lobo que comía corderos; Asesino serial finalmente atrapado.”
El culpable de la muerte de tres jóvenes mujeres fue atrapado finalmente, informó hoy la policía local de Bismarck. Las dos últimas semanas se habían encontrado los cuerpos de tres muchachas en su bañera, el jefe de la policía Mark Lawrence conformó un equipo especial para atrapar al responsable.
Después de dos largas semanas el culpable del atroz hecho fue arrestado, sin embargo, no es esto lo que captó mi atención, fue inmensa mi sorpresa y temor cuando descubrí que el culpable de la partida de estas tres inocentes almas fue uno de los detectives de la comisaria de Bismarck.

Suspiro nuevamente después de leer por décima vez mi reportaje, perezosamente alcanzo la taza de té negro que esta sobre la mesa y bebo un pequeño sorbo, el líquido calienta mi frío cuerpo. Alzo la mirada hacia mi ventana, el oscuro cielo lleno de estrellas me acoge y cierro los ojos mientras inhalo profundamente. Acabas de crear tu propia tumba, tu padre te va a matar, claro si no lo hace primero tú madre, me reprende mi conciencia y exhalo bruscamente. Mis hombros caen y me acurruco en el sofá, estoy en grandes problemas. Después de subir el artículo Kate me llamó inmediatamente, me grito como loca por haber subido tal reportaje sin autorización, cuando finalmente colgué mis padres comenzaron a llamarme repetidamente. No tuve el valor de responder, soy una cobarde.

El timbre suena y me enderezo rápidamente, miro el reloj en la pared y frunzo el ceño. No espero a nadie, Kate está enojada conmigo y Hannah está de viaje. Me pongo mis pantuflas y miro mi vestimenta. Llevo puesto un viejo suéter de hilo sin sujetador, mis piernas desnudas y mi cabello recogido en un desordenado moño. Camino rápidamente a la puerta rezando por que no sean mis padres. Me coloco de puntillas y observo por la mirilla, Josh está del otro lado. El timbre vuelve a sonar y pego un brinco del susto, abro la puerta cautelosamente. Me mira cansadamente, su cabello esta desordenado, lleva puesto una camiseta gris de cuello largo con su típica chaqueta de cuero y sus vaqueros.

- ¿Por qué tardaste tanto? - pregunta mientras entra sin invitación a mi apartamento.
Cierro la puerta detrás de él y lo miro curiosa, avanza confiadamente hacia mi sala de estar. Lo sigo silenciosamente observando sus movimientos, se tira pesadamente en el sofá. Agarra mi taza de té, olfatea un poco y bebe un gran sorbo. Lo miro sorprendida y me aclaro la garganta para llamar su atención, me mira por encima de la taza, pero no dice nada. Se queda ahí viéndome sin más mientras bebe todo mi té.

Su presencia me abruma un poco y pestañeo varias veces, hace cinco años que Josh no viene a mi casa, la última vez que vino fue cuando le dieron el veredicto de inocente. Vino borracho y lloró como un niño en mis brazos. Al día siguiente terminamos nuestra relación oficialmente.

Me siento a su lado derrotada con su actitud, nunca pude reprocharle algo. El olor a Vodka me golpea y arrugo la nariz.

- ¿Bebiste? - le pregunto, encoge los hombros despreocupadamente y desvía la mirada. Sus ojos caen en el jarrón de girasoles sobre la mesa del café, su ceño se frunce.

- ¿Que mierda? -replica mientras se levanta rápidamente perdiendo un poco el equilibrio, arranca el ramo de flores y se dirige con paso apresurado a la cocina. Camino detrás de él con una sonrisa, adoro sus celos. Tira las flores en el cesto al lado de la encimera y me mira intensamente.

-Te compraré otras- dice y yo lo veo boquiabierta por su atrevimiento.

-Eran un regalo- le regaño mientras coloco las manos en mi cintura, desvía nuevamente la mirada. - ¿Paso algo en la comisaria? - pregunto suavemente, preocupada por su repentino comportamiento.
Hace cinco años esto era bastante común entre nosotros, ya no lo es. Se acerca lentamente y se detiene frente a mí, sus ojos recorren mi cara durante un minuto antes de hablar nuevamente.

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