Parte 1

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- Gabrielle querida levántate. Hoy iremos a comprar tus útiles para tu primer año en Hogwarts ¿No estas emocionada? -Le preguntaba dulce voz, perteneciente a una señora pelirroja de contextura ancha

- Pero...pensé que iba a ir con Albus señora Weasley- exclamó la niña con un ligero tono de decepción.

-Bueno... querida, resulta que ha tenido un asunto que atender. Iremos a comprar libros y túnicas, pero ha insistido en que quiere estar presente cuando te escoja una varita. Así que lo veremos cuando haya terminado sus asuntos para ir a Ollivanders -intentó animar a la niña con esas amables palabras.

-De acuerdo...- respondió no muy convencida, sabía que cuando su padrino tenía algún asunto que atender este podía demorarse hasta meses en volver a aparecer.

Rodeada de un fuego verde, salió de una de las chimeneas del callejón Diagon, seguida por dos copias de pelirrojos altos, otro pelirrojo ligeramente más bajo, diferente y con pecas y una niña menor que ella (también pelirroja).

-Muy bien muchachos, primero vamos a conseguir las cosas de Fred y George y luego todo lo de Ron y Gabrielle. No se separen, ¿entendido? -Dijo la señora Weasley -Nos encontraremos con su padre más tarde, tiene que terminar unos asuntos en el ministerio. Fred, George y Gabrielle nada de bromas a sus hermanos, vamos.

A Gabrielle siempre le había gustado que los Weasley la habían recibido como una miembro más de su familia. 

Transcurrió todo el día comprando libros, calderos, túnicas y demás cosas. Gabrielle insistió en ayudar a la señora Weasley con unos galeones para las cosas de sus casi hermanos, pero esta se rehusó completamente durante toda la tarde. Para el atardecer del día Ron, Fred, George, Ginny y el señor Weasley volvieron a la madriguera, mientras que la señora Weasley acompañaba a Gabrielle a esperar a su padrino.

-Señora Weasley... no tiene que quedarse, en serio. Muchas gracias por la compañía, pero puedo esperarlo sola... el tiende a demorarse más de la cuenta- le dijo la chica mientras veía que los últimos rayos de sol desaparecían lentamente, dando paso a un cielo nocturno.

-Tonterías cielo, ¿cómo se te ocurre? ¿Dejarte aquí sola? Nonono, más bien que te parece si vamos a la tienda de mascotas ¿sí? Y vemos si hay alguna que te llame la atención- le propuso a la niña, para cambiar de tema y permitir que la niña se distrajera durante un tiempo.

-Bueno, si me gustaría llevar una mascota al castillo- aceptó alegremente la chica, ya que nunca había tenido una mascota.

Gabrielle estaba saliendo junto a la señora Weasley de una tienda de criaturas mágicas con una jaula en sus manos, la cual contenía una pequeña kneazle color rojo, casi igual al de su pelo cobrizo a la cuál había nombrado Atenea. Cuando vio al otro lado de la calle ya oscura a su padrino.

- ¡Albus! -gritó emocionada la niña mientras salía corriendo a abrazar a su padrino

- Muchísimas gracias Molly, tan amable como siempre- decía un agradecido Dumbledore mientras abrazaba a su ahijada de 11 años. -No te robaré mas de tu tiempo, muchas gracias de nuevo- dijo observando y agradeciendo con una sonrisa a la señora Weasley

- Un placer Dumbledore, nos vemos luego- respondió una Molly enternecida por la escena que tenía enfrente.

- Mándale mis saludos a Arthur- mientras se volvía a su ahijada – ahora vamos por tu varita, ¿te parece? -Decía el hombre de túnica morada mientras divisaba la emoción en los ojos de Gabrielle.

-si!! Vamos vamos- Exclamó demasiado emocionada la niña.

Estaban en frente de una tienda que parecía ser la más vieja de todo el callejón, negra y cuya madera se veía algo desgastada.

La heredera de Gryffindor  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora