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┌══。*.☆𝐂 𝐀 𝐏 𝐈 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎  𝐈 ☆.*。══┐

LAS RISAS ERAN ALGO QUE NUNCA faltaba en casa

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LAS RISAS ERAN ALGO QUE NUNCA faltaba en casa. Mamá y papá siempre hacían lo posible por crear ese ambiente alegre y de confianza que ellos acostumbraban tener, solo con el ligero cambio de incluirnos a todos en esa burbuja. Y cuando la tía Bea se quedaba, esa burbuja no hacía más que crecer, porque tenía el mismo encanto que caracterizaba a papá y juntos fácilmente podrían empezar la tercera guerra mundial o un cuento de hadas y castillos. Normalmente se mantenían a un punto medio.

Habían pasado dos días desde la llegada de la tía Bea y aún no había tenido la oportunidad de cuestionarle sobre su viaje con tranquilidad, siempre aparecía alguien para llevársela; que si Clarie quería presentarla a su hada, que Charlie le mostraría un libro nuevo, mamá quería que compartieran tiempo juntas, o papá empezaba a mofarse y terminaban retándose de distintas maneras creando un espectáculo para todos. Obviamente que rendirme no estaba en mis planes, pero mientras tanto, esperaría pacientemente a que todo estuviera más tranquilo.

De pronto, la pelusa que soltaban las pantuflas de conejito de Clarie empezaron a hacérseme interesantes, y esa era la razón por la cual me encontrara recostada en el suelo de la sala, soplando las anteriormente mencionadas con aburrimiento.

Solté un quejido sintiendo como mi tobillo izquierdo era golpeado por algo desconocido, me erguí levemente sobre el suelo intentando inspeccionar mi tobillo, encontrándome con la sonrisa divertida de la hermana de papá.

― ¿Qué haces tirada ahí?

― Disfruto la vida ―respondí volviendo a mi ardua tarea.

― Levántate de ahí y vamos a explorar ―tomó mis tobillos y comenzó a jalarme hacia la puerta del patio, empecé a reír removiéndome de su agarre.

― Esta bien, hay formas más normales de llevarme a dar un paseo ―dije poniéndome de pie.

Sacudí mis jeans y tomé una chaqueta de mezclilla del perchero siguiéndola al exterior; a pesar de estar en plena estación de las flores, el viento en esta zona era particularmente más frío en las noches y te daba a la necesidad de cubrirte con algo para no terminar estornudando luego de un rato fuera.

Dimos un par de vueltas al terreno trasero de la casa; durante ese tiempo me di a la tarea de soltarle todo el vómito verbal que llevaba aguantando desde su llegada, escuché atentamente sus anécdotas sobre su reciente aventura, personas y situaciones increíbles en las que se veía enredada, y una vez más sobre aquella persona especial que según esto había perdido la vida durante su ausencia, pero siempre contándome lo esencial, nunca detalles de más. Me mantuve en silencio unos minutos.

No entendía la severa necesidad de tanto misterio, eran solo viajes, sabía bien que no me incumbía lo que hacía y el hecho de que me contara anécdotas censuradas sobre ellos ya tendría que ser suficiente, me estaba confiando una parte de sus aventuras personales, una parte de ella; pero, como siempre, mi curiosidad tenía que entrar en el juego para evitar que me conformara con lo que recibía, y es que tenía tantas otras preguntas cruciales que tía Bea se negaba indirectamente a compartir; ¿no me tenía la confianza suficiente para decírmelo? o tal vez era el hecho de que no se lo había preguntado directamente, sin embargo, siempre que estaba dispuesta hacerlo venían a mi cabeza las charlas donde ni siquiera mamá o papá se lo cuestionaban, y parecían no querer hacerlo, también se conformaban con sus censuras. Mi curiosidad no aceptaba esas censuras.

𝐇𝐀𝐙𝐀𝐑𝐃𝐒 ━ james s. potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora