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Esa misma noche el menor de brillante cabello escarlata estaba recostado sobre su cama, teniendo todos sus sentidos fijo en su teléfono nuevo

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Esa misma noche el menor de brillante cabello escarlata estaba recostado sobre su cama, teniendo todos sus sentidos fijo en su teléfono nuevo.

Se sentía tan ansioso de lo que haría, aunque aún tenía algunas dudas. En espera solo había un pequeño ¿Llegó bien a casa Giyuu-san?

Había leído esa misma oración unas cuatro veces seguidas sin pestañear, tenía una correcta ortografía, cumplía con todos los signos de puntuación y reglas de la tildación.

Pero

¿y si ya estaba durmiendo?

¿O si se apagó su teléfono?

¿Qué tal si estaba molesto y lo rechazaba?

Tenía tantas cosas en esa pequeña mentecita suya que no le dejaba tomar una desición.

Tenía su dedo índice puesto cerca del botón de enviar, tenía miedo de cual sería la reacción ajena, tenía tantas ilusiones en ese momento.

Sonreía como un pequeño niño siendo premiado, se contentaba con solo saber que tenía el número del azabache.

Respiró profundamente para tranquilizar sus nervios que estaban a mil.

Hasta que un chirrido en la habitación lo hizo rozar su dedo con la pantalla del celular, presionando inminentemente el enviar.

—¡No! —aquel había sido el grito más agudo y potente que la joven hermana Kamado había oído en toda su vida.

Espantandose al instante, corrió hacia donde su hermano para ver si algo andaba mal.

—¿¡Pero qué pasa onii-chan!?— espetó la fémina viendo el rostro pálido y sin emoción de su hermano que tenía frente a su smartphone.

—Nezuko. . . ¿Por qué? —dijo, dirigiendo su  vista a la de ojos fucsias, que no tenía ni idea de a que se refería el pelirrojo— él va a odiarme.

—¿Odiar? ¿Quién? —siguió cuestionando mientras fruncía el ceño. —nadie sería capaz de detestarte hermano, eso es ilógico e imposible.

—¡Me asustaste Nezuko! ¡Y ahora de seguro Giyuu-san me odiará! —dijo el menor entrando en pánico.

Y de repente una trepidación alertó a los hermanos.

Sobretodo para el dueño del celular, quien con manos temblorosas tomó el objeto entre sus dedos.

Luego de unos segundos otro grito se hizo presente. Y esta vez eran de los dos.

—No puede ser hermanito ¿¡Cómo no me contaste que ya tienes el número de Giyuu-kun!? ¡No puedo creerlo!

—¡Yo tampoco! —la ingenuidad del de ojos carmesí era simplemente perfecta.—P-pero ¿qué le digo?

—Ok, hay que calmarnos primero. —la semi azabache se sentó al lado de su hermanito mayor para después pensar— bien, para un llegué muy bien, espero que te haya gustado el taiyaki puede ser, o un Giyuu-san te amo no vendría nada mal.

𝙇𝙤𝙣𝙚𝙡𝙮 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora