𝘥𝘰𝘴

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Fueron días agotadores, teniendo en cuenta que estuvo saliendo los últimos tres fin de semanas.
No era mucho el contacto que tenía con Dani; pero le bastaba un par de miraditas divertidas, y su (ya típica) seña con el dedo del medio, a modo de despedida.

Verse ya se le estaba haciendo costumbre, por lo cual se le hizo raro cuando no lo encontró en el árbol.
Por el tiempo que llevaba conociéndolo, (o preguntando por él, mejor dicho.) se daba cuenta de que esto, no era algo habitual en Daniel.

El otro por su parte, estaba gastando todo lo que había ahorrado en el mes, en el alcohol más barato que podía obtener. Esto solía ser algo bueno en el pasado, pero perdió cualquier chispa de alegría cuando se quedó solo.

Ya no tenía a alguien que lo acompañase en tal acto, como tampoco para apoyarlo o escucharlo. Estaba solo, y no pensaba hacer nada para cambiarlo.

No eran de sus mejores días, ésta semana siempre era complicada para él. Las personas lo sabían, lograban notarlo desde que le rompió el pómulo a un chetito atrevido.

"— ¿Qué onda bombón? ¿Por qué siempre tan solo? — sonrió.

— Veni a romperme la pija cualquier otro día, y te ignoro como hago con todos. Pero ésta semana, toca para allá. —

— Pero que humor, eh. — Rió. — ¿Y si vamos a tomar unos tragos? Yo te pago, por si no tenes. —

— ¿Por ser de los bajos, no voy a tener guita? Yo hago un movimiento acá, y me llevo una billetera llena a casa. — Frunció el ceño.

— A ver bombón, mostrame. —"

Y así lo hizo.
De una sola piña, lo tiró al piso y le dejó la cara bañada en sangre. No era su culpa que lo haya estado jodiendo, tenían que estar agradecidos de que no le sacó la billetera.

El celular sí, pero porque lo necesitaba. Además estaba muy bueno como para que lo tenga ese gil.

Rió ante el recuerdo, y se levantó de la barra. No tenía más guita para gastar, y el alcohol ya era suficiente para una sola persona.
Se dispuso a salir del bar, encontrándose a más tincho de los que le gustaría.

Veía que habían nuevos, ya que eran éstos pocos los que se atrevían a mirarlo. Ésta fecha hace algunos meses, estaría siendo la bomba para los chetos.
Pero ahora salía solo, y en sus borracheras ya no habían sonrisas divertidas de por medio.

Sonrisas como las que le dedicaba al ojiazul. Paró en seco al recordarlo, y desvió su mirada a un lado, para ver si estaba en el (ya típico en ellos) cordón de la vereda.

Éste al sentir una mirada sobre él, giró a verlo.
Le dedicó una mirada confundida, al notar lo desvelado que se veía su chico de los bajos. Si bien nunca mostraba un gran interés en verse bien, se sorprendió al verlo tan desarreglado, tan ¿roto? No sabía con exactitud.

Y no es que Daniel sea una persona sensible o fácil de ofender, pero ver lo que la mirada del otro transmitía, definitivamente lo molestó.
No quería la lástima de nadie, y menos la del chico con sonrisas alegres.

Se dedicó a darle la mirada más fría que podía lograr, y sonrió internamente al ver como el otro notaba la magnitud de ésta.

Él estaba bien, y no necesitaba la preocupación de nadie.
O al menos, iba a estarlo.

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𝔄𝔩𝔪𝔞 𝔡𝔦𝔫𝔞𝔪𝔦𝔱𝔞 ; wosaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora