Capítulo 2

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Son aproximadamente las 9:30 am cuando decido por fin levantarme. Definitivamente todos los acontecimientos de la semana me habían dejado agotada y esas horas extra de sueño habían funcionado muy bien.

Voy a mi vestidor y decido ponerme un conjunto deportivo para salir a pasear a Max un rato. Tomo unos leggins y un top a juego y amarro mis tenis.

Cuando bajo puedo escuchar a Alice ya trabajando en la cocina. El aroma a huevos y café puede sentirse hasta las escaleras. Muero de hambre.

—Buen día, Alice, —digo tomando lugar en un taburete y sirviéndome una taza de café—. ¿Qué tal amaneciste?

—Buenos días, Leight. Pensé que te quedarías en la cama un rato más.

—Tenía la intención, pero Max comenzó a estar inquieto indicando que quería salir a pasear. Además, creo que me haría bien un poco de aire libre.

—En eso estamos de acuerdo, —dice mientras pone un plato con huevos y tostadas enfrente mío, ella también se sirve.

Platicamos durante un buen rato en lo que ambas desayunamos. Me cuenta que en la tarde saldrá a comprar algunas cosas y que visitará a su tía. Alice es una señora de no más de 45 años; por lo que me ha contado, no tiene más familia que una tía que vive a unos minutos de nuestra zona a la que visita de vez en cuando. Desde que la conozco, ha salido con un par de personas pero nunca ha llegado a nada serio, dice que "hace muchos años ese tren dejó su estación".

Terminamos y voy por Max para ponerle su correa y ambos podamos dirigirnos al parque. En cuanto escucha el tintineo de su collar, sabe que estamos a punto de salir. Me aseguro de que todo esté bien colocado y ambos salimos.

...

Una vez que hemos llegado al parque, Max y yo comenzamos nuestra ruta de cada fin de semana. El parque cuenta con un circuito para corredores de aproximadamente 10km de diámetro, cada fin de semana Max y yo lo recorremos y luego descansamos en el parque para perros que está al final.

Como cada fin de semana, me coloco los audífonos y busco la playlist de siempre. Comenzamos a trotar a pasos lentos y poco a poco vamos aumentando la velocidad.

Para ser sábado a las 11:30 am, el parque está relativamente lleno, ayuda el hecho de que estamos en uno de los primeros días de primavera del año. Avanzamos y durante el trayecto saludo a algunos corredores con los que siempre solemos toparnos. Cuando recorremos los primeros 5km, Max y yo paramos para tomar un poco de agua y continuar el resto del circuito.

Estamos llegando al final del circuito cuando Max empieza a ladrar a un corredor que se encuentra detrás nuestro. No es normal que tenga este tipo de comportamiento.

—Max, chico. Tranquilo, —digo mientras trato de controlarlo con correa, pero el sigue jaloneando como si quisiera llegar al corredor.

—¡Max, basta!, —este comportamiento es muy raro en él. Comienzo a hablarle como nos enseñó el entrenador de perros, pero Max parece incluso emocionado por el corredor. El corredor al fin parece darse cuenta de la situación y decide apresurar el paso para dejarnos atrás. Trato de ver su rostro para ver si puedo reconocerlo de alguna parte del parque, pero la gorra que trae puesta no me deja verlo.

Una vez que el corredor nos ha dejado atrás, Max se tranquiliza y empieza incluso a llorar. No entiendo lo que está pasando. No es un comportamiento normal.

—Max, amigo, ¿qué tienes?, —me agacho a acariciar a lado de sus orejas—. ¿Aún tienes ganas de seguir al parque? La mención del parque parece gustarle y pronto regresa a su humor de siempre, por lo que retomamos nuestro recorrido.

Undercover LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora