Capitulo 2

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POV Natalia

Tras varias horas de trabajo sin descanso, las cosas empeoraron; cómo si no tuviera bastante con controlar su libido que hacía de ella, un perro de presa, al acecho, vigilando a cualquiera que pudiese intentar algo con Alba, el «Perro en persona» había decido pasarse por el bar aquella noche. A mí no gustaban lo tíos, no le aborrecía jugar, de hecho, un pene siempre calentaba las cosas, siempre y cuando fuese de silicona.

Pero si había algo de lo que se arrepentía, era de la única vez que se había acostado con un hombre de carne y hueso, y ése, era precisamente él.

No había sido algo íntimo o deseado. Se habían emborrachado y estaba en uno de los escusados tras el cierre del local con una chica cuando el Perro hizo acto de presencia. A su compañera lo de hacerlo con un tío a la vez le había parecido la idea del siglo, y con el alcohol que llevaba encima, accedí a ello.

Jamás se olvidaría de lo que había visto. Ni un coma etílico la haría olvidar como el Perro se follaba a su chica. El tío era un bruto, un verdadero «Perro», como lo llamaban. El cómo la embestía a cuatro patas en el suelo mientras la agarraba por el pelo era algo que deseaba no haber visto jamás, y fuera por estar demasiado borracha o el estado de shock ante lo que había presenciado, sus reflejos no fueron lo suficientemente rápidos como para evitar el acabar acorralada entre el enorme cuerpo de él y los lavabos. Lo que ocurrió después aún le provocaba arcadas.

Se conocían desde hacía años, y ella reconocería aquella mirada a millas; como entrecerraba los ojos, se humedecía los labios, y aquella sonrisa torcida cruzando su cara. Imaginarlo haciéndole a Alba lo que le había visto hacer a aquella fulana, que le tratara como lo había hecho con ella misma quien se suponía era su amiga de toda la vida... le puso enferma.

Alba era menuda y frágil. Sus pasos apenas rozaban el suelo, y su voz, aquel clímax al oír el timbre de sus cuerdas vocales, era algo que el Perro jamás probaría.

— ¿Qué te parece si espero a que cerré el bar? —Dice Mikel que se movió inquieto en la silla.

—Ni se te ocurra, Perro — Le dije tragando la cerveza como si se tratara de ácido.

—Dios, ¿te lo imaginas? Esa muñequita de cera entre tú y yo. Joder... la haríamos mantequilla- Me acerque tanto que Mikel se puso tenso. Apoye la mano sobre su muslo, y fue subiendo hasta que estuvo sobre su entrepierna.

—Si te acercas a ella, te corto las pelotas — le di un leve apretón a sus partes y se alejó despacio.

—Esa tiene lo mismo de bollera que tu de princesa Disney — sonrió con sorna y la miró—. Apuesto lo que quieras, que antes de que amanezca, la tengo a cuatro patas comiéndomela.

—Escúchame bien Perro...

—Perdona, Nat, siento interrumpirte —Alba se había acercado, y verla tan cerca de Mikel, aunque fuese con la barra del bar de por medio, la supo agonizante.

— ¿Qué pasa?

—Sólo... quería salir un momento. Necesito un poco de aire — dijo casi suspirando.

—Claro... claro que sí — conteste de manera automática y me levante metiéndome entonces tras la barra.

—Sólo serán unos minutos. Estoy algo... mareada.

—Los que necesites, pero... quédate cerca, ¿quieres?

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Empezar  de cero /AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora