capitulo 4

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 POV Natalia

Ella se movió por el movimiento de mis dedos que trazaban círculos sobre su espalda desnuda.

—Eres preciosa cuando duermes —Le digo

— ¿Sólo cuándo duermo? —Responde mientras se mordía el labio evitando sonreír.

—No me tires de la lengua, nena. Sabes perfectamente dónde acabaría por meterla... creí habértelo dejado claro ayer por la noche.

—Suena como una amenaza — Enreda nuestros dedos y La gira sobre el colchón y cubrió su cuerpo con el mío --Paso mi lengua despacio por su boca, mi mano baja decidida entre nuestros cuerpos y se desliza por su hendidura sensible, humedecida y lista.

—Joder, Alba... me vas a volver loca — Le digo hundiendo un dedo profundo y lentamente, que fue recibido por sus caderas que se movieron lubricadas. Saco el dedo despacio y me la llevo a la boca, chupándolo mientras la miraba directamente a los ojos. — ¿Dónde estabas metida que no te encontré antes? —Pregunte, y siento su cuerpo tensarse. —. ¿Qué pasa, cariño? —Acaricio la mejilla suavemente.

—Eres tan hermosa, tan dulce y cálida —dice envolviendo mi rostro. Contuve el aliento.

—Mi niña... — Recojo la lágrima que se desliza por su rostro y me la lleva a los labios. Mi lengua fue recibida por sus labios calientes y al igual que su sexo recibió mis dedos.

— ¿Quién cojones...? —Pregunte al oír los golpes en la puerta—. No se te ocurra moverte — Le digo sonriendo mientras me levantaba y me ponía una camiseta que me llegaba a los muslos.

Una vez que Salí de la habitación, voy molesta hacia la puerta porque me han hecho que me separen de la hermosa mujer que me espera en la cama.

—Buenos días —Dice Mikel sonriendo al otro lado de la puerta mientras sacudía las llaves del bar con la mano.

— ¿Qué haces aquí, Perro? —El se tensa, sabe que no debió interrumpirme

—De nada, Natalia, por haberme encargado de tu bar hasta las seis de la mañana y haber venido hasta aquí a traerte las llaves —sonríe con sarcasmo.

—Gracias, y te había dicho que la dejaras en el buzón — conteste secamente, y me moví inquieta al ver cómo él intentaba mirar sobre mi hombro.

— ¿Qué? ¿Ella está ahí?

—Adiós, Perro —dije cerrando la puerta.

Mikel la detuvo en seco. mire rápidamente a mi alrededor, buscando algo que pudiera utilizar en caso de que él avanzara y así defenderme. El recuerdo de aquella noche en el cuarto de baño de mi bar me hizo marearme.

—Tranquila —digo levantando las manos en señal de paz—. Sólo quería dejarte las llaves en las manos, y ya sabes... pedirte disculpas —dice bajando la mirada.

— ¿Qué le hiciste a mi bar? —Pregunte

—No... No le ha pasado nada a tu bar. Me refería... ya lo sabes, no me hagas decirlo en voz alta.

—Oh... —Me cruce de brazo—. No hay nada que perdonar. Lo que pasó, pasó. Mira, tengo prisa, nos vemos, ¿vale?

—Espera —diice sujetando la puerta una vez más—. Sé que te hice daño. No creas que sólo soy este pedazo de mierda con polla que camina —carraspeó para aclararse la garganta, y siguió—: lo que dijiste ayer, lo de perder a tu mejor amiga, estuve pensado en ello toda la puta noche, y créeme, pensar no me gusta en absoluto.

—Mikel, escucha...

—Déjame terminar, ¿de acuerdo? Sé que lo que pasó fue... joder, sé que te hice daño. Y no hablo sólo de lo que... vamos, de lo que te hice en el baño — sentí encoger mi estómago y cerré los ojos.

Puedo por fuera ser fuerte, decidida... Pero aquello le llegaba al alma, una herida que estaba segura que no se curaría jamás.

—Estaba borracha, y tú también. Déjalo estar, Mikel. Nos conocemos desde hace mucho, y...

— ¡Precisamente por eso! Somos amigos desde hace diez años y... joder, te violé en aquel jodido baño —la última frase salió casi sin voz por su garganta, y por primera vez vi algo parecido a culpa en sus ojos.

—Perro, deja de hacer el gilipollas y vete —se envaró y me miró con rabia.

—Sólo quería pedirte perdón. No creas que no me arrepiento de eso todos los días, y por ello me paso tanto tiempo sin ir a verte al bar. Cuando te miro veo en el fondo de tus ojos que me tienes miedo. No quiero que me tengas miedo.

—Ya te he dicho que el pasado queda en el pasado. Vete y búscate una fulana. Fóllatela y desahógate.

—Me alegro de que hayas encontrado a la enana, o cómo se llame. Te veo cambiada, feliz. Me alegro por ti.

—Sí, y como se te ocurra tan siquiera mirarla, mis palabras siguen valiendo: te corto las pelotas.

—Adiós —Mikel se gira y salió sin mirar atrás.

— ¿Qué pasa, Nat? —Alba estaba de pie en medio del salón envuelta en las sábanas.

—Nada —dije conteniendo el suspiro al verla. La tenía en su casa, desnuda... para ella sola.

— ¿Quien era?

—Un viejo amigo que desde hacía muchos años no veía, y que no quiero volver a ver nunca más —conteste sonriendo y tire de la sábana color crema, desenrollando el cuerpo desnudo y menudo de su amante, abalanzándome sobre los senos turgente y rosados, arrancándola un jadeo, mientras sentía como se derrama de placer.

Empezar  de cero /AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora