Estabas sentado detrás de mí, con tus manos sobre mis hombros haciéndome, lo que se supone era un masaje, aunque a cada instante bajaban aún más de mis hombros, tus dedos acariciaban mis clavículas despacio, como si el reloj se detuviera en mi piel.
- ¿Te gusta? – preguntaste curioso.
- Si. Me siento más relaja – contesté ignorando el trasfondo de la pregunta.
Tus manos siguieron insistiendo, hasta que pudieron al fin, coger uno de mis senos y ahí, lo comenzaste a masajear, muy despacio e ibas subiendo la intensidad cada vez que veías que intuitivamente meneaba un poco mis caderas. Luego hiciste lo mismo con el otro seno, estaba en modo trance, solo percibía tus movimientos, mis labios estaban húmedos, mis manos apoyadas en mis muslos haciendo presión y tú, tú ahí deseando seguir bajando. Dejaste uno de los senos y con tu mano libre bajaste hasta mi falda, la subiste lentamente hasta casi el borde de mi parte superior, pasaste un dedo a lo largo, por encima de mi tanga y vibré, vibré de placer. Ahogue un gemido en tu hombro. Volviste a pasar aquel dedo, pero esta vez por debajo de la tanga, estaba húmeda y caliente, lo introdujiste un poco y notaste mi cara de placer, lo sacaste y me hiciste probar mi propio néctar.
- ¿Quieres más? – preguntaste con una mirada llena de lujuria.
- Por favor – musité.
Me bajaste la tanga, quitaste mi polera junto con el brassier, mi cuerpo quedó expuesto. Te metiste uno de mis senos a tu boca y lo comenzaste a chupar, muy lento mientras succionabas mi pezón que se iba poniendo cada vez más duro, en tanto tu mano libre, bajó hacia mi sexo, pusiste uno de tus dedos en la entrada y lo comenzaste a introducir muy lentamente, que bien se sentía. Entraba y salía, entraba y salía. Te miraba deseosa, tú, estabas poseído, lleno de lujuria, entraste un segundo dedo, movías adelante, atrás y seguías succionando, cambiaste de seno y seguiste haciendo la misma maniobra, un tercer dedo sentí en mi interior, mis piernas se abrían más, buscando sentirte más profundo. Un cuarto dedo hacía círculos en mi otro orificio, se sentía demasiado bien.
- Creo que me vendré – dije entre gemido.
- Tócate y vente.
Mis manos bajaron al punto de placer, mientras tus dedos seguían dentro de mí y tu boca comía uno de mis senos, mis dedos empezaron a moverse en círculos, hasta que sentí que me venía, sin reparo, grité, gemí y sucumbí ante el placer.
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Fogosos deseos [COMPLETA]
Short StoryHistorias cortas fogosas y eróticas para pasar la cuarentena.