Aquella noche hacía frío, habíamos pasado el día viendo películas después de no habernos visto por varios días, y estar acurrucada a su lado me había hecho sentir un poco cachonda, pero lo había disimulado muy bien.
Fue a la ducha para acostarse, yo hice lo mismo después de que salió, aunque, solo salí envuelta en la toalla, quería acción después de tantos días de abstinencia.
Me miró de reojo cuando salí, sentí su mirada desnudándome poco a poco.
Se acercó lentamente por detrás de mi espalda, introdujo una mano por debajo de la toalla, alcanzó mi seno y lo acunó en su mano, mientras lo masajeaba lentamente, su otra mano, recorrió el contorno de la toalla, y la fue bajando hasta quedar desnuda ante él y sintiendo su erección entre mis nalgas.
- Te ves preciosa - me dijo al oído - te deseaba tanto - posó sus dedos cerca de mi entrepierna.
- Y yo te deseaba a ti - me incline un poco más, para sentir la erección.
Recorrió mis senos con ambas manos, los masajeo un rato, luego me llevó a la cama y me invitó a inclinarme en ella, dejando mis nalgas hacia arriba. Las besó lentamente, mientras su dedo subía y bajaba por mi entrada de placer.
- ¿Te gusta?
- Mucho - gemí.
Estando así, comenzó a besar mis labios, los besaba con tanto ímpetu que solo quería más, gemía de placer. Mis senos se meneaban al compás de mis gemidos, cuando me noto húmeda, introdujo un dedo que entraba y salía de mí, cuando pensé que no daba más, introdujo un segundo y tercero, la sensación que se sentía era de sumo placer.
Con una de mis manos, comencé a masajear uno de mis senos, mientras él se masturbaba con la mano libre.
- Como me pones - susurró.
Estaba tan excitada que solo quería más, sentí como sacaba sus dedos y los metía profundamente haciéndome gemir cada vez más fuerte, hasta que, cambió sus dedos por su erección, la puso en mi entrada y de una sola estocada me comenzó a follar de forma tierna y salvaje.
Me aferré a las sábanas, pero él me hizo subir para follarme y tomar mis senos, sentía como mi humedad escurría libre por mis piernas.
- Eres una diosa cuando te pones cachonda y sexy - me susurraba.
- Tú me pones así - susurre.
- Tengo ganas de follarte mucho esta noche.
Sentí como entraba y salía, como gemía en mi oído y eso me ponía a mil, como sus manos me recorrían y yo trataba que cada estocada fuera más profunda.
Cada movimiento me hacía sentir que pronto nos vendríamos, fue tanta la fuerza que hizo que nos corrimos mientras ambos gemíamos con fuerza.
- ¿Quiero volver a probarte?
Nos acostamos en la cama, mi entrepierna en su boca y su entrepierna en la mía, fue delicioso hacer aquel 69, devorarnos, probarnos, sentir como se ponía cada vez más dura y palpitante y como yo, cada vez que su lengua atacaba, más húmeda me ponía.
Lo lamía como si fuera un helado, mientras él, seguía devorándome, follándome con su lengua, y yo, yo solo quería probar cada gota suya, y que esta cayera lentamente por mis labios y me bañara mis senos, porque lo deseaba tanto como él a mí.
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Fogosos deseos [COMPLETA]
Short StoryHistorias cortas fogosas y eróticas para pasar la cuarentena.