Hitomi abrió lentamente los ojos. La luz de la luna se colaba a través de los recovecos de las copas de los árboles, como pequeñas estrellas. Adormecida, la chica no fue consciente del lugar después de unos minutos, al darse cuenta de que su cuerpo yacía en una superficie rígida. Despegó un poco las manos de su cuerpo y movió los dedos sobre el suelo tratando de encontrar algo ahí que delatara su paradero, pero sólo puso sentir un pasto muy fino casi como una alfombra a su alrededor. De inmediato, se puso de pie. Sus sentidos se dispararon al descubrir que todo lo que la rodeaba era oscuridad, y aunque su corazón latía desbocado y la adrenalina se apoderaba de su cuerpo, decidió esperar. Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la penumbra hasta que pudo distinguir los árboles inmensos que la rodeaban y unas ruinas de lo que parecía un templo justo en donde se encontraba... no le bastó más:
— Atlantis —susurró con una mano en el pecho. Emocionada pero también asustada, forzó a su mente a concentrarse. Estaba oscuro, sí. Tenía miedo, también, pero debía hallar la forma de salir. Hitomi observó aquel panorama y barajó sus opciones; podía tomar prácticamente cualquier camino entre el bosque y cualquiera la llevaría a lo desconocido o a la vía correcta, era cuestión de suerte o destino. Después de mirar por breves minutos en todas direcciones al fin decidió tomar brecha por la izquierda, así que Hitomi tragó saliva y se adentró en esa dirección.
El canto de las cigarras y sus pisadas fue lo único audible mientras se adentraba más y más en la penumbra. Lo poco que distinguía del paisaje le parecía idéntico, los mismos árboles... las mismas ramas. Se preguntaba sino estaría dando vueltas en círculos desde hacía rato. A punto de entregarse al pánico distinguió una luz que provenía delante. Creyendo que el andar había terminado, la ex atleta apresuró el paso sin embargo esa no era una salida, más bien se había encontrado con un claro en aquel profundo bosque. Miró hacia arriba para encontrarse con la luz que provenía de su hogar: La Luna mística, iluminaba su rostro contrariado. Se mantuvo así, dándole la cara a aquel astro en el cielo, cuando de pronto escuchó un ruido que provenía cerca.
— ¿V-Van? —preguntó temblorosa, retrocediendo porque algo en su interior le decía que no se trataba del chico—. ¿E-Eres tú? —el ruido de unas pisadas sobre la hojarasca y las ramitas que el viento se encarga de aventar al piso, resonó de nuevo, acercándose a ella. Iba a echarse a correr pero los pies, como plantados con cemento, no le respondieron. Pronto, una figura fantasmagóricamente traslúcida, rodeada de un halo de luz se presentó frente a ella.
— Hitomi —dijo la mujer y ella se estremeció al darse cuenta de quién se trataba.
— ¿A-Abuela? —la reconoció enseguida porque ambas era idénticas, justo como su madre le había dicho infinidad de veces. La única diferencia entre ellas era quizás que dos trenzas caían sobre los hombros de su abuela. Aquella visión llevaba puesto un kimono y sostenía con una mano un rehilete—. ¿Qué haces aquí? ¿Me llevarás con Van? ¿Tú sabes el camino? —cuestionó, sintiendo que la esperanza brotaba de su interior. Sin embargo, la versión joven de su abuela le otorgaba una mirada seria que Hitomi no podía interpretar.
— Necesitas la llave —dijo al fin a su nieta.
— ¿Llave? ¿Qué llave? —se aventuró Hitomi, en tono de urgencia.
— Hitomi, debes recuperarla... necesitas la llave... —repitió sin cambiar la expresión.
— ¿Para qué? ¿De qué llave hablas? —no obtuvo más palabras. El breve encuentro se había esfumado. Su abuela dio media vuelta por donde había llegado y comenzó a internarse en el bosque—. ¡Abuela! ¡Espera!
Despertó de sopetón, bañada en sudor y con la respiración agitada. El ruido de los relámpagos y las gotas chocando contra la ventana de su habitación la regresaron a la realidad; Hitomi se incorporó en la cama y centró su atención en la tormenta que acaecía afuera. Había sido un sueño muy extraño y más por el hecho de que tenía años sin soñar con su abuela ¿por qué en esa ocasión la había visitado? Y encima, había soñado por segunda ocasión con Atlantis... eso significaba algo ¿no?
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El Llamado de la Luna Mística
RomanceCada mañana al despertar, una infinita tristeza la invadía y le hacía dudar de su elección. Se arrepentía veinte veces al día de haber vuelto, de haber dejado a Van. Y muy a menudo cuando era consciente ya estaba alzando una plegaria al cielo, a Gae...