Ella regresó

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Era el día, lo sabía. No podía seguir postergándolo más tiempo pretendiendo seguir conociendo a la princesa. Habían pasado ya, dos meses desde que habían acordado la unión y las visitas de ella a su palacio habían empezado. Había rumores en el pueblo sobre la eminente boda o eso le había dicho Merle, y él, no podía seguir dudando. ¿Cuánto tiempo más esperaba que pasara? ¿Cuánto necesitaría para terminar de convencerse...?

Van se obligó a levantarse de la cama. Se quedó un largo rato sentado al filo del su colchón mientras observaba su habitación sin saber qué esperar. Luego suspiró después de un momento a sabiendas de lo qué debía hacer ese día. Se puso de pie y lentamente atravesó su inmensa habitación; se detuvo frente a un armario de madera color ocre, adornado con figuras de plumas blancas en las orillas. El chico tiró de las manijas perfectamente labradas y observó los trajes de gala que yacían colgados en dos maniquíes de peto hechos de tela de algodón; eran los atuendos tradicionales de Fanelia que habían usado sus padres el día de su boda. La vestimenta del Rey consistía en una camisa azul marino con hilo de oro bordado en el pecho formando grecas y círculos, un amplio pantalón ceñido a la cintura color blanco y remataba una inmensa capa roja de seda bordeada de una orilla de rombos de hilo dorado. Al lado, descansaba el hermoso vestido de la reina; De manga larga y holgada hecho de seda blanca con encaje bordado del mismo hilo dorado que la vestimenta del rey, haciendo juego y complicidad. La falda era amplia y lucía pesada. A un lado, en una de las puertas del armario colgaba de un gancho el velo transparente, bordeado de perlas y suspendido por dos peinetas en forma de plumas que debían prender del cabello de la novia. Tal espectáculo se le antojaba majestuoso. Las vestimentas eran reliquias familiares que antes de sus padres usaron sus abuelos y que ahora él debía portar junto con la que sería su esposa.

Dejó de admirar los ropajes y se dirigió a su balcón. Justo el sol comenzaba a salir y pudo ver como los rayos iban iluminando las casas de los habitantes, el mercado y el bosque inmenso que se extendía alrededor de su pueblo. Van se permitió sentir el calor del sol en su cuerpo al tiempo en que miraba Fanelia. El futuro rey sonrió con tristeza. Su corazón se lo decía, así que lo haría.

*****

Después de darse un baño y cambiarse la ropa con la que sehabía quedado dormido, Van bajó a desayunar. Como supuso, ahí se encontraba Layra, acompañada de Merle, ambas sentadas enfrascadas en una platica casual. La princesa se puso de pie al notar su presencia, mientras que Merle se quedó en su lugar ante la mirada reprobante de la princesa. Van no tomó aquello como una grosería por parte de la jovencita gatuna, más bien la conocía de sobra y prefería que, aunque fungía ya como su consejera real, prevaleciera entre ellos la actitud desenfadada de amistad que siempre habían tenido.

Van les hizo una seña para que prosiguieran con sus alimentos y él hizo lo mismo. Tomó asiento en la cabecera de la mesa en donde ya había una platón enorme servido para él con carne y verduras frescas así que se dedicó a comer en silencio mientras ambas chicas le miraban por el rabillo del ojos, desconcertadas ante su actitud.

Fueron los quince minutos más incómodos en la vida de los tres, pero pronto Van se encargó de darle un giro a la atmósfera al terminar su desayuno y fijar la mirada en la princesa. Layra lo miraba parpadeante, extrañada.

— ¿Cuándo quieres casarte? —dijo, directo. La jovencita abrió sus ojos verdes de par en par y casi de inmediato, cuando el peso de las palabras le llegó de golpe, ensanchó una enorme sonrisa. Merle por su parte lo miraba desconcertada. Van la miró por un breve segundo indicándole con su semblante que sabía lo que estaba haciendo.

—B-Bueno yo... hay mucho qué hacer Van, no sé quizás podría ser dentro de un mes si tú quieres... —balbuceó ella totalmente roja y pensando todos los detalles que podía en ese momento: Tenía que avisarle a su padre, mandar a hacer su vestido, invitar a los soberanos de los demás reinos... el banquete, el tocado que llevaría, los zapatos... aunque también no estaba enterada si en Fanelia tenían ropajes tradicionales para las bodas...

El Llamado de la Luna MísticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora