La despedida

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— "Espero tu comprensión y apoyo en esta situación y te pido por él, por favor padre, no le hagas daño. Pensé que debías estar enterado sobre esto. No te enojes..." —escribió la princesa. Tomó el trozo de papel y releyó con atención de que todo quedara muy claro. Cuando se convenció que la carta contenía lo necesario la dobló y la metió en un sobre. La enviaría a primera hora del día.

*****

Subían a la habitación del rey tomados de la mano en silencio. Ha decir verdad, a la pareja se les habían acabado las lágrimas y las súplicas. Lo vieran desde el ángulo que quisieran las cosas no salían bien para ninguno, así que decidieron pasar la última noche que tendrían, juntos.

Entraron a la habitación, apenas iluminada por velas y la luz de la luna que se colaba por el balcón. Van se quitó la capa que caía en sus hombros y la dejó caer al piso, mientras Hitomi, sonrojada lo observaba. No habían hablado acerca de ello, pero ambos lo esperaban.

— Te amo —susurró, tomándole el mentón y hundiendo los labios en los de ella. Al separarse, la cargó con delicadeza y la depositó en la cama—. Quiero hacer el amor contigo —declaró con una voz tan seductora que la enloqueció.

— Te amo —correspondió ella atacando la boca de Van y enterrando los dedos en su suave y negro cabello.

Con sutileza y sin dejar de besarse, ambos fueron despojándose de la ropa que les estorbaba en esos momentos. Van beso los párpados de la chica, sus mejillas, su cuello y después su vientre y se dio un momento para admirarla desnuda.

— Eres hermosa, Hitomi —le concedió con una sonrisa. Con un dedo, ella dibujó una línea por los bordes de los músculos del pecho de rey, provocándole un escalofrío.

— Y tú el hombre más guapo —admitió con algo de pena, desviando la mirada.

— No hagas eso. Quiero recordarte viéndonos a los ojos. No tienes que sentir pena de nada. Nos amamos... te pertenezco y sí, te deseo, me encanta tu cuerpo, pero no es sólo eso... es algo más que escapa a mi razón y entendimiento. Es algo que no puedo describir.

— Lo sé —afirmó ella.

Él buscó otro beso, mismo que se intensificó. Lo esperado estaba a punto de llegar; Van deslizó sus dedos entre los de ella y la tomó con fuerza mientras la penetraba y el vaivén comenzaba. Los suspiros y jadeos se hicieron presentes, junto con incontables besos y caricias tiernas.

Era la primera vez de ambos y quizás la única que tuvieran juntos y tenían toda la noche por delante, antes de separarse. Así que en ese momento iba a amarse hasta que no pudieran más y el amanecer los alcanzara.

*****

Cuando Hitomi despertó se descubrió sola en la enorme cama del rey, cosa que la extrañó mucho después de lo que había sucedido durante la noche. Se incorporó de sopetón y encontró en la esquina de la cama un vestido, una rosa blanca y una nota. No pudo reprimir la sonrisa al leer:

— "Amor mío, salí un momento pero me reuniré contigo en poco tiempo. Por favor usa este vestido. Te encontraré en la colina del lado este. Merle te indicará el camino. No te preocupes por nada... Van" —Hitomi tomó el vestido con delicadeza; era azul pastel, de tela vaporosa, mangas largas y falda hasta el suelo. Le pareció sumamente hermoso.

Se tomó algo de tiempo para bañarse y arreglarse. Cuando estuvo lo mejor presentable posible para él, bajó al comedor en busca de la consejera real. Tuvo un poco de miedo de cruzarse con Layra. A decir verdad le parecía algo demasiado atrevido por parte de Van, comportarse de esa forma como si nada pasara, pero todo lo atribuyó a que ese día ella regresaría a su hogar y él quería vivir al máximo sus últimas horas juntos. Estaba en desacuerdo de hacer algo que lastimara a la princesa, pero a como estaban las cosas, sabía que debía darse esa oportunidad, pues después de eso lo perdería.

El Llamado de la Luna MísticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora