El Encuentro

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— ¿H-Helga? ¿Estás ahí? —exclamó Phoebe algo preocupada. Después de haberle dado la noticia de que Arnold estaba en la ciudad, Helga no había dicho nada. En cierta forma, ella esperaba otro tipo de reacción, vamos era Helga Pataki y esperaba unos cuantos improperios por parte de su amiga, ironizando la situación. Pero lo que obtuvo fue silencio del otro lado del auricular. Eso sólo le confirmaba que Helga había cambiando un poco a través de los años.

— Aquí sigo Phoebs —respondió al fin, tragando saliva—. ¿Q-Que te dije de hacerme saber de ese zoquete? —titubeó.

—Esto es diferente...

— ¿Por qué? El que esté en la ciudad no cambia nada y lo sabes —Phoebe sabía que Helga no se refería a sus sentimientos hacia Arnold, sino más bien estaba hablando de los sentimientos del chico hacia ella.

— Los abuelos de Arnold le pidieron a Gerald que le organizara una fiesta este sábado, va a ser sorpresa. Gerald ya contactó a varios compañeros de la primaria y secundaria y me pidió que fuera yo quién te diera la noticia —vaya novio valiente se cargaba su amiga. Aquel basquetbolista podía ser tan alto como quisiera pero seguía siendo un cobarde.

— Ni lo sueñes, hermana —la interrumpió de tajo—. En primer lugar no quiero ir y no tendría nada qué hacer en esa fiesta...

— Pero Helga, ya confirmó la mayoría y hace muchos años que no nos vemos todos, incluso Rhonda irá —pero a ella no le llamaba mucho la atención ¿Para qué quería saber de los demás? No quería que supieran de ella y menos encontrándose en esa etapa de su vida en donde comenzaría automáticamente a ser infeliz después de dejar su trabajo actual.

— Mañana voy a renunciar en el trabajo y el sábado ocuparé el puesto de Bob en la empresa familiar "el dulce hogar Pataki", así que no voy a poder —ironizó. Le estaba huyendo a la fiesta, si, pero en parte también era verdad lo que le decía a su amiga. No creía que fuera a sentirse de ánimos para celebrar nada.

— ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó alarmada, la oriental.

— Es una larga historia —suspiró la rubia.

— Tengo tiempo, estoy en mi descanso ¿En donde estás? —sin pensarlo mucho Phoebe comprobó que llevaba las llaves de su coche en su bata. Al sentir el tintineo de éstas, se dirigió a la salida del hospital.

— En el puente de Brooklyn —dijo Helga, observando seriamente la cajetilla que descansaba en el tablero del carro. Al parecer iba a necesitar algunos más.

*****

Arnold sintió el corazón golpearle el pecho con fuerza. Tenia una mano puesta en la perilla de la puerta de Sunset Arms y una fila de maletas y mochilas detrás de él. El chico abrió la puerta y se encontró en el vestíbulo de la casa que lo había visto crecer, irse y regresar.

— ¡Bienvenido! —gritaron al unísono varias voces conocidas al verlo entrar

Los primeros que vio fue a sus abuelos, ahora ambos usaban bastón y lucían más arrugas que la última vez que estuvo ahí. Instantáneamente tiró las maletas al suelo y corrió a abrazarlos.

— ¡Kimba! —exclamó la abuela Pookie.

—¡Abuela! ¡Abuelo!

— ¡Chaparrito!

Las lágrimas se le salieron instantáneamente al psicólogo ¿cómo había podido sobrevivir sin ellos? ¿Por qué se había apartado tantos años? Al verlos más grandes de lo que recordaba sabia que era una fortuna aún tenerlos enteros a los dos.

Entre gritos, aplausos y miles de sonrisas, los demás inquilinos fueron acercándose:

— ¡Señores Kokoshka! —exclamó Arnold al ver a Oskar y Suzie.

Camino de VueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora