— "El numero que usted marcó está fuera del área de servicio" —Arnold apretó la tecla de colgar y aventó el teléfono a la cama con violencia, totalmente molesto consigo mismo y desesperado. Hacía un día ya, que Helga estaba desaparecida y sin dar señales de vida y la culpa comenzaba ha hacer meollo en él.
Arnold estaba en constante comunicación con Gerald y con Phoebe por si sabían algo, los demás amigos de la 118 estaban al tanto y todos habían aceptado cooperar por si la veían o llegaban a saber de Helga.
El psicólogo respiró profundo, cerró los ojos y se concentró en su respiración. Debía calmarse, debía entender que todo ese asunto lo había provocado él y que debía asumir las consecuencias. Eso era la vida, de eso se trataba; no todo era perfecto, no todo se podía arreglar de la noche a la mañana y no ganaba nada poniéndose así. La autoterapia no era muy recomendada por los colegas y la comunidad psicológica pero le ayudaba bastante a serenarse.
— ¡Caracoles, Vaquero! —exclamó su abuela entrando a su habitación con un sombrero en la cabeza y montado un caballito hecho de un palo de escoba—. ¿Y esa cara? —Pookie se sentó en la cama del muchacho y puso una mano en su hombro.
— Estoy preocupado, por algo que hice... bueno, más bien por algo que no hice —no le había podido responder con certeza a la pregunta de Helga y no había hecho nada para impedir que se fuera.
— Es por la jovencita de la boda ¿verdad? — Arnold se sorprendió un poco de que su abuela estuviera al tanto. Claro que todos en la boda parecían haberse enterado, sin embargo algo le decía que ella lo sabía de antes.
— Si, abuela, es por ella... —dijo, pasándose una mano en el cabello—, soy un tonto—admitió.
— Eres un poco despistado, si, y lento —asintió ella—, pero no eres tonto, hijo. Quizás las circunstancias no ayudaron, pero al fin te diste cuenta ¿no? De lo que sientes.
— Abuela, ¿tu sabías algo? —el chico enrojeció.
— Pues, no exactamente acerca de ti, pero siempre supe que ella te veía de forma especial desde que eran pequeños.
— Hasta tu lo sabías... y yo nunca... bueno hasta que ella me dijo antes de que me fuera a San Lorenzo pero la verdad es que yo no pensaba en ella de esa forma... pero no sé que pasó... no sé porqué no antes y porqué ahorita...
— Deberías saber que es así, sin explicación y porqué si. No hay una razón exacta ni un por qué, es así, tu corazón la ha elegido, punto.
— Nunca pensé que terminaríamos hablando de esto, abuela... —dijo Arnold sonrojado, pero muy contento de poder tener ese tipo de comunicación con su abuela.
— En cambio yo siempre pensé que este día llegaría y me alegra estar aún aquí para verte tan crecido y enamorado, Kimba —le dijo ella con una enorme sonrisa maternal, alborotándole el cabello—. Ahora, cálmate, sigue con esa meditación. Ya aparecerá, y sabes lo que debes hacer.
— Si, lo sé —asintió Arnold, sintiendo como sus ansias de ver a Helga aumentaban.
*****
Helga inhaló con fuerza su cigarro. La rubia miraba desde el balcón el atardecer en la ciudad de Manhattan. Se había recluido hacía exactamente un día en una habitación de hotel. Meditaba a fondo su vida y había llegado a varias conclusiones en poco tiempo y podía enumerarlas:
1. A pesar de ser fuerte y ruda, le daba por huir a sus problemas cuando se sentía asfixiada.
2. Sus sentimientos por Arnold eran aún más fuertes que los que tenía en la primaria, pero de forma más madura. Ya no sentía que estuviera obsesionada con él y no era que quisiera seguirlo a todos lados como antes. Más bien tenía el corazón roto. No como la vez anterior en que se le había confesado a Arnold, no, esa vez había sido diferente. Lo amaba y él ya le había dejado claro que no sentía lo mismo. Lo cual la llevaba al siguiente punto.
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Camino de Vuelta
RomanceHan pasado muchos años desde que Helga supo algo de Arnold quien se marchó a San Lorenzo en busca de sus padres. Todo ese tiempo la joven ha luchado con apagar sus sentimientos hacia él y seguir su vida. Sin embargo, un día un golpe duro sacude a lo...