U n o

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¿Cómo no se me ocurrió hacer la compra en la semana?, O por lo menos revisar si quedaba algo ayer al regresar del trabajo.

Gracias a mi ineptitud, hoy, un día feriado, tengo la nevera vacía.

Esas son las causas de que en este preciso momento vaya saliendo a un supermercado. La consecuencia de toda esta situación es el hambre, mi fiel compañera. En los comerciales siempre sale que Rexona nunca te abandona, pues yo opino que el hambre debería ser un desodorante, porque es más fiel que un perro.

Hambre, no suena muy bonito, creo que debería ponerle nombre a mi fiel acompañante...

Mi cerebro está en estos momentos como el perrito que tenía una lupa, de Windows XP, buscando un nombre digno para el hambre.

Puede ser Rodolfo, o Houston... No sé, ninguno me convence.

¡EUREKAAAAAA! Acabo de encontrar el nombre perfecto. En estos momentos me imagino al hambre como un hombre sin rostro en un palacio, una reina con una espada diciéndole:
—Ya no te llamarás hambre, ahora te llamarás Romino.

Es tan bonita esa imagen que me dan ganas de llorar con pensar que Romino tiene nombre, mi acompañante fiel.

Después de divagar mientras conducía, niños no lo intenten en casa porque pueden tener un accidente al no concentrarse en la carretera. De milagro, no se como llegué sin rasguños en mi hermoso Alberto. También le puse nombre a mi auto, pero es algo normal, en serio, todo el mundo lo hace. Gracias virgen de Guadalupe por cuidar a Alberto en el camino.

Tarareando la canción del gusanito entro al supermercado.

Y así empiezo a recolectar las cosas, con una lista en mi mente. Me imagino todos los productos que están en el carro del Super en una silla, esperando que la profesora, o sea yo, pase la lista, algo como:

—¿Azúcar?

—Presente.

—¿Arroz?

—Aquí estoy.

Y así sucesivamente, no voy a nombrar todas las cosas que tengo en mi lista. Pensándolo bien, yo estoy explicando todo como si tuviera público, aunque en mi mente si hay, pocos, pero hay.

Mentira— dice Antonia, es difícil explicar quien es ella sin parecer loca, pero todos hablamos solos ¿Cierto? No soy la única ¿O sí? Bueno, retomando el tema, Antonia es como por así decirlo alguien que existe en mi cabeza, ya sé, suena como si estuviera loca y era lo que no quería, pero es inofensiva, es como un alter ego—. Tú te imaginas un público más grande que un concierto de Justin Bieber.

Antonia, cuando yo digo algo, por más que sea mentira, no debes decir nada, porque me dejas en ridículo.

De repente empezó a sonar en los parlantes una canción.

You are my fire.
The one desire.
Believe, when you say.
I want it that way.

Y yo me ví siguiendo la canción. Sí, amigos, me puse a cantar en el supermercado.

—But we are two worlds, apart... Can't reach to your hear... when you say... That i want it that way— No me juzguen, se que debe ser raro para el resto de las personas ver en un supermercado alguien cantando a todo volumen y no precisamente afinada, pero en mí defensa, es mi canción favorita—. No matter the distance... I want you to know... That deep down inside of meeeee— Solo cuando termina mi parte favorita me doy cuenta de un pequeño detalle, la canción no resonaba en los altavoces, bueno sí, pero no en los altavoces del supermercado sino en los de mi cabeza. Solo en ese momento me doy cuenta que la gente no me mira raro, sino que me miran espantados, como si estuviera loca. Si les soy sincera yo también me miraría así.

Cinco letras, dos palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora